Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

viernes, 27 de febrero de 2009

INMIGRANTES EN ELVIEJO CAUCE.



Quizás cueste de creer..., pero muchas tardes, cuando salía del colegio me quedaba como hipnotizado ante las gruesas varillas de acero al rojo vivo que surgían del horno, de un color anaranjado vivo que parecía oscilar en la penumbra de la fundición, después se combaba cuando los operarios lo sujetaban con las enormes tenazas y tiraban de él..., yo vivía junto a una fundición y ya han pasado 43 años desde que nací en este mismo barrio, en esta misma calle. La empresa de hierros ya no existe, tampoco la fabrica de vidrio, ni el enorme transformador, tampoco los campos, las huertas, los solares donde solía cazar lagartijas con mis manos..., ahora revivo mentalmente aquella infancia, aquella juventud y en la distancia del tiempo transcurrido soy capaz de distinguir algunos cambios en mi vida y en la sociedad, en la dinámica de lo diario, cambios en mi forma de pensar y reaccionar..., aunque básicamente sigo haciendo lo mismo, como bajar a correr al viejo cauce del río Turia. Recuerdo que de niño aquello era como la Tierra Prohibida, solo los gitanos o mis amigos mas rebeldes y valientes bajaban a allí a jugar.

Pero fue un poco mas tarde cuando perdí aquel miedo, rondando los 20 años cuando empecé a correr por el viejo cauce, que estaba y está a menos de dos minutos andando desde mi casa..., desde entonces no lo he dejado de hacer y he visto año tras año como cambiaba. Lo alterno con la bicicleta, por ejemplo cuando llueve algún sábado o domingo, pues me pongo las zapatillas y corro por un cauce totalmente cambiado. Ya no pasa agua, aquel reguero maloliente y oscuro fue desviado y por donde discurría entre cañares y vegetación de ribera degradada y salvaje..., crecen ahora pinos piñoneros, chopos, falsas pimientas, acacias, sauces, palmeras, cipreses. Las orillas se han cubierto de césped, de praderas atravesadas por caminos y sendas por los que pasear o trotar, a veces bajo el sol y otras a las sombras del pinar que agradezco en verano y disfrutando de una calma privilegiada bajo los altísimos pretiles entre los que desaguó la última riada que inundó la ciudad.

El viejo cauce se ha convertido en un alargado pulmón oxigenante repleto de arboledas y de pistas deportivas, hay una pista de patinaje, un campo de béisbol, canchas de baloncesto, campos de fútbol..., todo él viejo cauce transformado por homo, es una ruta para corredores y ciclistas de ciudad, para caminantes, para paseantes y para ancianos y ancianas que suelen moverse tranquilamente bajo el sol..., ese sol que en invierno busco desesperado y que este año he encontrado. Ya cansado de salir a correr entre semana a eso de las siete y media de la tarde, a oscuras y con la humedad emanando de lo mas profundo del cauce, como fantasmas acuosos que surgen de entre los lodos milenarios, que este mismo río arrastró desde las serranías cercanas y que iría formando siglos tras siglos, las fértiles tierras de las huertas valencianas, los mismos barros que enterraron las antiguas ciudades romanas y árabes.

La foto de arrriba fue tomada por mi padre en la riada del 57,

abajo, el mismo encuandre mas de 50 años despues..., el volumen

de agua era terrrorifico...

El mismo pretil, de nuevo un encuadre similar..., un auténtico

mar de lodos caido desde las montañas..., y mi padre tirando

fotos.

Pero ese horario invernal también ha cambiado, así lo he decidido por mi salud, ahora suelo cerrar la carpintería eso de las doce y media de la mañana. Me pongo las zapatillas y bajo al río a correr mis 30 minutitos, me llena de alegría sentir ese sol en mis mejillas, poder disfrutar del césped de del parque, de sus pinos, de la gravilla sobre la que pisan mis suelas, disfrutar de los trinos de los estorninos o de las carrerillas a pie de los mirlos. Me gusta disfrutar de la luz y de lo que puedo ver, de la misma capacidad para trotar a ritmo sosegado, relajado, ensimismado..., tanto, que una vez pasé cuatro veces junto al banquito donde una amiga leía, gozando como yo de ese sol regalado en mitad de un gélido invierno..., y ni la vi, lo peor es que es una amiga de esas que te quitan el hipo y el sueño..., cuya belleza me trastornó hace unos años. Mas tarde ella me envió un sms diciéndome eso, que había pasado junto a ella sin verla..., y que yo corría absorto, ajeno a todo, a un ritmo medido y tranquilo..., salvo cuando paso bajo uno de los puentes que pasan de orilla a orilla de la ciudad, entonces recuerdo aquella imagen de cuando corría por las tardes oscuras y frías, que recuerdo vívida y fresca, la de un muchacho negro, con el que me crucé varias veces, justo bajo los basamentos de uno de los muchos puentes que cruzan el cauce. El chico vivía allí, o mejor dicho dormía entre la estructura y los pilares, en un hueco entre las enormes placas de hormigón, a varios metros de altura por encima del suelo. Una vez lo vi desaparecer allí arriba, después de trepar ágilmente..., no se que habrá sido de ese muchacho, pero desde luego no era el único que vivía en el río. Hasta hace poco otra colonia dormía y comía bajo ese mismo puente, a pocos metros de uno de los centros comerciales mas concurridos de la ciudad..., muchos de ellos eran africanos reenviados desde las islas Canarias, en avión y abandonados a su suerte en la ciudad, sin conocer el idioma, altos y espigados, con la piel oscura y los cabellos recios, con sus pies encallecidos de pisar sobre la tierra africana..., y solos en medio del asfalto, de los edificios, del tráfico. En medio de una sociedad tan distinta a la de ellos..., en medio de una sociedad en la que el trueque no sirve para comer y en la que prácticamente hay que pagar por todo..., incluso por rebuscar en la basura en busca de comida o de algo que poder revender, de algo que poder usar. Esto me lo ha comentado mi amiga Inma, que como todas las mañanas, a eso de las ocho y media ha pasado a visitarme con su husky Siro, hoy me he bajado a Cecil, el pinsher de mi hermana y se lo han pasado pipa correteando por la carpintería.

Mientras, ella me contaba lo del el ultimo edicto del ayuntamiento de Madrid, que pretende multar con 700 euros a todo aquel que ande abriendo los contenedores en busca de..., pues de la comida que el propio estado, que el propio Madrid..., no les garantiza. El alcalde tampoco parece reflexionar sobre la dignidad de la que se desprenden esas personas con tal de llegar a casa con el blister de un pollo caducado, con un manojo de lechugas mustias, con unos cuantos tomates reventados...,ya ni carroñear nos deja el estado.

Pero estaba hablando de eso africanos que los organismos oficiales se encargan de desperdigar por todas las ciudades, para que no abulten y no causen alarma social. Los que yo veo por mi calle, por mi barrio, terminan finalmente regresando al viejo cauce..., bueno realmente, ya nos es así. El ayuntamiento disolvió ese asentamiento humano, no resultaba vistoso en una ciudad volcada en los acontecimientos deportivos para millonarios o en los conciertos de ópera. Acabó con el campamento pero desde luego no resolvió el problema, pero imagino que alguno de ellos aún regresará al viejo cauce con una bolsa de comida proporcionada desde la Beneficencia, es posible que salude a alguna de esas personas piadosas que suelen bajarles comida o mantas, esas que ahora mismo están a punto de convertirse en delincuentes si se aprueba la nueva ley propuesta por el ejecutivo socialista. Ese inmigrante de color se encontrará con alguno de sus compatriotas y fumará algún cigarro. Imagino que esperará el día siguiente mientras se acurruca bajo los pilares, mientras escucha el rumor del tráfico y distingue el resplandor del centro comercial a menos de trescientos metros. Imagino que antes de dormirse pensará en sus poblados, en sus gentes, en sus padres..., que reunieron todo el dinero que pudieron, es posible que después de ahorrar durante años, para que él, el más aventajado de la familia, pudiese viajar a ese otro mundo en busca del trabajo, de futuro, de bienestar. Pero también imagino que se sentirá a salvo, pese a la extrañeza del nuevo entorno ruidoso y casi hostil, artificial y deshumanizado. Alguno de sus compañeros ya habrá sido atendidos por los servicios sanitarios y habrán sido capaces de observar que por aquí no hay bandas tribales armadas patrullando sus aldeas y pueblos con polvorientos todoterrenos cargados de milicianos. Aquí pueden dormir arropados con cartones o con mantas, olvidados por la administración encargada de montar la Copa America o la Formula 1 urbana..., pero seguros, a salvo, quizás eso es lo único que la sociedad hace o puede hacer, dejarles vivir entre nosotros como deshechos del sistema. Ellos están ahí bajo, en el río..., aunque el siguiente paso es encontrar un “Piso Patera” en el que hacinarse con otra veintena de compatriotas o esperar a que algún empresario los suba en una furgoneta para trabajar de sol a sol. Es el final de la mayoría de estos hijos de la Eva Negra, que de alguna manera tratan de imitar esa gran migración que abandonó África hace unos 200.000 años, aquellos antepasados si lograron ocupar tierras, desplazar a los que las habitaban, lograron adaptarse a climas distintos, a otros entornos. No dejaron de moverse y colonizaron todo el planeta..., pero ellos, sus descendientes directos, están condenados a desangrarse en eternas guerras alimentadas desde occidente, en sangrientos conflictos locales, están condenados a infectarse por siempre por el SIDA, por el ébola, por el cólera..., el continente Madre herido de muerte, agonizante y abandonado a su suerte.

Pero hay otros inmigrantes que no bajan al río para dormir o para guarecerse entre las estructuras de los puentes..., suelen ser las tardes soleadas de los sábados y los domingos cuando muchos sudamericanos bajan con sus familias, con sus pequeñajos de pelos negros y ojos con pupilas de azabache..., a relajarse sobre el césped, a disfrutar del día festivo y a jugar al fútbol con sus retoños. A veces, mientras paso junto a ellos corriendo, escucho sus conversaciones y las risas de los niños, les veo jugando a la pelota en campitos improvisados sobre el pasto, disfrutando, pasándolo bien..., y eso me hace sonreír, esas personas salieron de su país por necesidad, casi me atrevería a decir que empujados por el hambre y la desesperación ante la ausencia absoluta de futuro para ellos y para su descendencia. Y aquí, van progresando, sus hijos reciben una educación gratuita, el estado les concede becas y ayudas económicas..., algo que encrespa el ánimo de algunas madres de aquí, que ven como a ellas se las niegan. A veces habló con ellas y me confiesan su hartazgo ante tanto extranjero en las aulas, ante tanta diversidad étnica y religiosa..., unas circunstancias que no hacen mas que entorpecer las clases y sembrar polémicas y tensiones entre padres y profesorado. Pero estas madres españolas no van mas allá de esa queja en voz baja, siguen llevando a sus hijos al colegio..., y eso me tranquiliza. Todas las mañanas veo a esos chiquillos y chiquillas bajar por mi calle hacia el colegio, con la piel oscura o más clara, de la mano de latinas o de españolas..., unas horas después escucho el griterío de los pequeñajos cuando salen al recreo y a través de la reja veo un montón de criaturas en continuo movimiento, corriendo, riendo, llorando, tragándose mocos, cayéndose al suelo, gritando de alegría..., una masa humana dinámica y mimetizada, una mezcla de etnias y culturas que de alguna forma anuncia el futuro próximo de las sociedades del primer mundo.

La inmigración, el flujo de poblaciones en busca de comida, de trabajo, de dignidad, de estudios..., desde países empobrecidos y saqueados por las administraciones públicas corruptas o por las multinacionales extranjeras..., es ya una realidad, es un reto mas importante y trascendente que el tan traído y llevado Cambio Climático de Al Gore. Tengo claro que el hambre en el mundo, la miseria y la insalubridad se van a seguir cebando en los países llamados pobres. Las economías saneadas no van a hacer demasiado, posiblemente jamás se ruede “NO HUNGER” o si se hace será por encargo. Por eso creo que el gran reto va a ser como asimilar a esas poblaciones desplazadas o como rechazarlas..., estamos viendo como se aprueban leyes contra la inmigración ilegal en Italia y aquí mismo, talante incluido..., aunque es curiosa esa denominación “inmigración ilegal”, ¿es ilegal que una persona salga de su territorio buscando comida, buscando un futuro normal y corriente para el y sus hijos, que escape de un país en el que su vida no vale nada...?, ¿eso es ilegal...?

Veo un futuro en el que los estados no podrán detener esa marcha en busca de los derechos fundamentales de las personas, veo ciudades multiétnicas y a organizaciones no gubernamentales tomando las riendas de la realidad social a pie de calle, veo a niños que asistirán a clase con los hijos de los inmigrantes, que crecerán junto a ellos y que es posible que en un futuro abordarán esta catástrofe humana con otros ojos y otras convicciones. Harán falta nuevas visiones, ideas brillantes y mayor plasticidad cerebral..., algo de lo que nuestros políticos actuales carecen, ellos ya tienen bastante con las luchas por el poder, por perpetuar sus dinastías en los órganos influyentes. Para ellos la inmigración no es una cuestión humana y tampoco necesita de brillantez de ideas, se soluciona cerrando las fronteras y pidiendo la documentación a todo “negrata” “moro” o “sudaca” que se vea por la calle, unas cuantas redadas y la ciudad esta lista para recibir al Ecclestone o al mismísimo Papa..., y sigo corriendo aquí, en el viejo cauce del Turia, un miércoles por la mañana, sintiéndome un privilegiado por poder trotar bajo el sol, por poder escuchar los arrullos de las tórtolas, por poder aspirar el aroma de este jardín silencioso y placido, solitario y por poder evadirme de la realidad que bulle ahí arriba, por encima de los altos muros de sillares que encajonaron parte de la riada del 57 y que ahora mismo parecen guarecerme en mi escapada..., paso junto al banquito en el que suele leer y relajarse mi amiga Mariangeles y no la encuentro..., sigo corriendo, con calma, sin prisas.

Es uno mas de los que bajan a correr al viejo cauce, no demasiado deprisa, con los brazos bajos y la zancada rasa, con el semblante como serio, ausente, abstraído. A veces desaparece bajo la sombra de los pinos y luego vuelve a aparecer al sol, buscando la tierra, las senditas..., alguien me habrá visto, todos nos cruzamos en algún momento pero ellos no pueden saber que me da miedo volver ahí arriba, me da miedo la complejísima sociedad que homo está tejiendo a su alrededor, siento que la información me desborda y siento que cada vez nos alejamos de nuestro auténtico linaje, de nuestra relación con la naturaleza y sus ritmos..., hace ya tiempo que me ronda una idea, pero debo esperar a que mis padres inicien el “Viaje”, después tomaré alguna decisión, se que me volveré hacia otra forma de vivir el día a día, es posible que deje de ver los telediarios o de echar vistazos a los titulares de prensa, no se si dejaré esto de la Red, a mi prehistórico blog..., pero deseo una vuelta hacia lo esencial, hacia la calma, hacia la comprensión de la existencia que me pueda quedar por vivir, no deseo terminar mi vida rodeado de hormigón, de asfalto, de edificios y de malas noticias, de hipocresía, de mentiras, de falacias..., ¿realmente me hace falta tanta información...?, ¿me hace falta saber y ser consciente de todas las barbaridades, de todas las injusticias y de todas las miserias que asolan muchos de los rincones de este planeta único...?, ¿realmente puedo procesar toda esa información sin terminar desquiciado y sin sentirme impotente o culpable...?, creo que no, creo que podría vivir de una forma mas ancestral, mas natural, mas íntima.

En la meseta castellana los galgos corren, no parecen tener horizontes..., corren tras la liebre..., yo no deseo correr, solo deseo andar, sabiendo cuanto menos mejor..., y si puede ser, con algún galgo salvado de la horca acompañándome junto a Norton y a Mia, con los horizontes por delante y sin pagar las abusivas facturas mensuales de la electricidad.



















viernes, 20 de febrero de 2009

SED DE VENGANZA, SED DE JUSTICIA..., ABATIMIENTO, LA REFLEXION.






Mi amigo Santi me envió un correo con la fotografía de Marta del Castillo..., para que lo reenviase a mis conocidos, para echar una mano, para buscar su rostro entre la gente con la que me cruzo, entre los coches que esperan ante los semáforos..., lo reenvié, pero por respeto, sin ninguna esperanza, sabiendo que esa chiquita ya estaba muerta. Y no soy ningún adivino, tampoco soy policía..., simplemente lo deduces, lo poco que había oído sobre su desaparición lo dejaban bastante claro.

Ayer, como todos los días, cerré la carpintería y subí a comer, me senté en la mesa ,junto a mi padre, mi madre veía la tele desde el sofá. Le pedí que pusiera la tertulia de la Cuatro, no soy adepto de esa cadena, es rabiosamente partidista, bueno, todo el mundo sabe que es el instrumento propagandística del PSOE, pero bueno, como yo estoy enamoradito de una de las tertulianas, casualmente del “ala nacional” del programa. Una morena de rostro anguloso, de precioso pelo negro como el azabache, de vocecilla casi delicada y mirada franca, inteligente, de respuesta rápida..., y que suele andar metida en los debates, pues eso, me gusta verla y escucharla, es inteligente y perspicaz, no se amilana ante el vocerío desbocado de Mariantonia Iglesias o ante los aspavientos malencarados y falsamente populistas de Arturo González.En esos momentos, el realizador del programa ofrecía las imágenes del asesino confeso de Marta del Castillo entrando en su casa, envuelto en una muchedumbre colérica que clamaba venganza, que le insultaba, que pedía su linchamiento..., después unos planos de los padres, el hombre no puede reprimir la rabia, la ira..., no es tan comedido como el padre de Mari Luz..., y pide la cadena perpetua mordiéndose los labios, sabiendo que está mintiendo y sabiendo en el fondo, que el asesino de su niña quedará libre en unos seis o siete años..., limpio de toda culpa legalmente.

Sigo observando y en la pantalla aparece sobre impresionado, a la derecha y arriba, la promoción de una de las series de la cadena



“Cuestión de sexo”



Mientras tanto, en el plató, comentan sobre esa petición de cadena perpetua y a Carmen Morodo, la avispada directora adjunta de “la Razón”, de perfil anguloso y cabellos negros, se le ocurre decir.

- Hay que recuperar los valores...

Arturo González resopla, bate sus brazos y cacarea.

- ¿¡Pero que valores...!?, ¿¡ pero que valores...!?

Carmen permanece impasible, serena, sin apartar la mirada y responde.

- Los valores de la familia..., este chico, Miguel -puntualiza refiriéndose al asesino confeso de Marta del Castillo- ¿no venía de una familia desestructurada...?

Y la Campoy da paso el telediario de la cadena, Javier Ruiz comienza su arenga cotidiana contra el PP y Manu Carreño espera ansioso para contar los últimos chismes sobre el Barcelona o sobre el Real Madrid. Eso si que son noticias de verdad.

Y yo quedo perplejo, no puedo dejar de leer ese anuncio en la esquina de la pantalla...”Cuestión de sexo” y me pregunto si me estoy volviendo algo esquizofrénico o majareta. Me parece insultante e inmoral que mientras se está hablando de la muerte atroz de esa muchacha..., se esté promocionando una serie de televisión, que desgraciadamente no veo, pero que me imagino que no tratará precisamente sobre las buenas costumbres, por decirlo de alguna manera, imagino que los guiones se apoyarán en los temas de siempre “que si yo me acuesto con aquella y ella me los pone con mi amigo, pero yo me follo a la pava de mi colega...”, o algo así ¿no?, a mi me parece ofensivo e indecente y en realidad, lo que nos dice esta falta de tacto es lo que piensan las cadenas de televisión y en general todos los medios. Se busca la audiencia por encima de todo, se promueve el morbo, las imágenes de esos despliegues policiales..., pero ninguna de estos programas se pregunta el porque de estos actos ni se cuestionan públicamente que sociedad estamos creando.

Sigo abstraído, preguntándome si solo yo tengo esas apreciaciones, si solo yo me escandalizo ante la frivolidad con que se trata el sufrimiento de las personas..., y durante unos instantes me pongo en la piel del padre de Marta, mejor en la piel de su madre, en la de la mujer que la llevó en su vientre durante esos meses de gestación. La misma que después de parirla la cuidó y la mimó, la misma que se sentía orgullosa de esa cría preciosa que poco a poco iba creciendo, año tras año, la misma con la que discutía o con la que reía..., su hija. Hasta que se cruzó en la vida de Miguel y sus amigos, esos que parece que le ayudaron a arrojar su cuerpo al río, los mismos que durante estos días de búsqueda han callado como desalmados, como seres ruines, como seres despreciables..., pero inocentes, hasta que se demuestra su culpabilidad, respetables y con derechos porque les ampara la democracia y las libertades que recuperamos poco a poco y desde las urnas tras la muerte de Franco.

Imagino lo que haría el padre de Marta si le dejaran cara a cara con el asesino de su hija..., algo que no puedo escribir, por “corrección...”, por hipocresía social..., ¿y porque coño me tengo que callar...?..., porque soy humano, ¿no?, ¿ que se le puede pedir a unos padres que saben que su hija esta enterrada entre los lodos del Guadalquivir, sumergida en cualquier banco de arena de su delta o que era arrastrada río arriba y río abajo con las mareas mientras ellos pedían públicamente la vuelta de su hija, mientras pedían la ayuda de todos los sevillanos...?, ¿qué tengan fe en la misma justicia que pone en la calle a violadores y pederastas sin rehabilitar...?, ¿en la misma justicia que liberará a Miguel dentro de siete años...?, si es condenado, claro.

He nombrado a Franco, la palabra maldita, el dictador infame..., que desgraciadamente aún proyecta su sombra en un país que continúa traumatizado tras los cuarenta años de represión, de fusilamientos, de ejecuciones a “garrote vil”, de brutalidad policial. Tal es el trauma que nos ciega que nos hace saltar como un cepo cuando alguien insinúa algo positivo sobre el régimen...., por eso Arturo González arremete contra Carmen cuando ella habla de los valores tradicionales. Pero el programa se acaba y la periodista no termina de expresarse..., lo voy ha hacer yo, porque imagino que ella se referiría al concepto de familia de toda la vida, mas allá de la dictadura. Es decir al tener cerca de ti al papá y a la mamá, al ser educado desde pequeñito en tu propia casa y no en una guardería desde los dos añitos o menos..., la misma palabra lo dice “guardería”, sitio para aparcar bebés, sitio para guardar niños..., y nada más..., no se si Carmen Morodo habría dicho eso mismo, habría sido mucha casualidad, pero lo digo yo que al fin y al cabo dirijo mi prehistórico blog y no dependo ni del PP ni del PSOE.

Realmente..., y lo que voy a decir me ha llevado tiempo el asimilarlo, estos asesinos o los de Sandra Palo, o los de las niñas de Alcacer..., se fraguan desde su infancia, eso dicen los últimos estudios en neurociencia, se fraguan desde el momento en que falla la educación, desde el momento en que esos niños dejan de recibir el cariño y el amor, el calor y la ternura de una madre. Desde el momento en el que comienzan a crecer en un medio sin control emocional, sin un apoyo sobre el que descargar sus problemas, sus complejos, sus miedos y temores..., los resolverán por si mismos, de manera errónea y posiblemente aconsejados por amigos que también crecieron sin apego y sin atención. De esa forma desaparecen los valores básicos para la convivencia. Desaparece el respeto a la autoridad paterna, el respeto hacia la misma sociedad en la que vivirán con sus propias reglas hasta que asesinen y hasta que en algún momento sean apresados y juzgados. Irán a prisión, cumplirán una condena mas o menos justa pero en ningún momento podrán recuperar esa infancia perdida, sus cerebros no tendrán mas referencia emocional que la del desapego, la del odio, la del resentimiento hacia una sociedad que se mueve en medio de la confusión moral, en medio de las contradicciones, en medio de los intereses económicos de los medios de comunicación, de las multinacionales

Reflexiono sobre estos horribles casos y me siento impotente, uno piensa en la pena de muerte, piensa en la cadena perpetua, piensa en el endurecimiento de las penas, de las leyes..., pero en el fondo se que la única forma de evitar estos trances es impidiendo que se produzcan, parece una estupida obviedad pero es así.

Estamos haciendo algo mal, estamos olvidándonos de la educación de nuestros hijos, estamos creando unas modernísimas familias en las que cada cual va a su aire..., el concepto tradicional de la familia se asocia instantáneamente al fascismo, al Opus Dei..., quizás por eso Arturo se encrespa cuando escucha alguno de esos términos..., familia, tradición, educación, disciplina, autoridad...

Con la pena de muerte eliminaríamos a ese asesino..., pero sin educación, sin dedicación absoluta a nuestros hijos, sin nuestro sacrificio, minuto tras minuto, segundo tras segundo en compañía de nuestros retoños..., estaríamos engendrando a otro o creando el caldo de cultivo adecuado..., no nos olvidemos, el tal Miguel también fue un delicioso recién nacido.

Y estas reflexiones no son divagaciones de bicipalo, he leído sobre el tema y me ha hecho pensar, me ha hecho analizar mi propia vida, mis reacciones más detestables y lentamente, he ido descubriendo que es verdad. Gran parte de nuestros actos, de nuestras actitudes quedan programadas desde nuestra niñez, marcadas por esas jóvenes vivencias..., son las referencias sobre las que se apoyará nuestro cerebro a la hora de reaccionar ante determinadas situaciones.

En algunos países se ha comprobado que la delincuencia a descendido desde que se comenzaron a cuestionarse los métodos de enseñanza y los hábitos educacionales en las familias..., parece demostrado que si una criatura crece en medio de un ambiente armonioso, con amor, con atención, con ayuda, con comprensión..., difícilmente matará, difícilmente violará y difícilmente ayudará a buscar a la muchacha que el mismo asesinó abriéndole la cabeza con un cenicero..., pero... ¿estamos dispuestos a renunciar a las guarderías de madrugada, a los abuelos para que nos críen a los hijos, estamos dispuestos a renunciar al trabajo para soportar sus lloros y sus preguntas constantes, estamos dispuestos a renunciar a ir al gym o a las saliditas del sábado noche...?















miércoles, 18 de febrero de 2009

UN DIA SERENO, UNA PEDALADA TRANQUILA.




Mía entra en la habitación, salta de una cama a otra y se asoma por la ventana, escucha las voces del jardinero que esta podando alguno de sus naranjos..., la perrita está excitada y Norton también, correetan y resbalan por dentro del chalé, hace unos minutos que acabode llegar con la Bicipalo y saben que ahora toca paseo, yo ya me he dado el mío, aunque esta madrugada he despertado algo confuso. Los pitidos del despertador me han sacado del sueño y durante unos instantes me he quedado desorientado, durante unos segundos..., después he caído en que era sábado y que tenia que pedalear con la Primigenia y me ha sorprendido eso, el que me hubiese olvidado, pero me he levantado y un rato después salía de Valencia con mi ranchera, descubría las luces del amanecer a eso de las siete y media de la mañana y sonreía pensando que ya amanece mas temprano, que las noches son mas cortas y que las tardes algo mas luminosas, que las nieves empezaban a fundirse fuera de la cueva y de que había sobrevivido a otro invierno, casi a otra glaciación...

Mia y Norton, como siempre me han recibido con saltos y lametones..., les he preparado algo de comida y he aprovechado para vestirme de biciclista..., como siempre, como todos los sábados, como cada milagroso despertar tras el sueño, tras ese momento en el que cerramos los ojos y nos abandonamos bajo las sabanas, a solas o junto a ella, la pareja sobre la que me gustaba apoyar una mano, en su cadera o en su muslo de ciclista. Una mano dejada caer..., recuerdos, divagando sobre la Primigenia, a solas, dando pedales a cero grados, viendo las escarchas y rodando sobre tierra hacia ellas, hacia las montañas, sin echar de menos a nadie y teniendo claro la ruta. Subiría por el Campillo, Font del Poll y a la derecha, al cruce de Revalsadores, después me dejaría caer hasta el desvío hacia el Sierro, después Oronet y por carretera hasta el Restaurante San Antonio, giro a la izquierda y remontando hasta el castillo de Serra. Después descenso hasta el pueblo y cuesta de las Carmelitas Descalzas. Llaneo y bajada por el barranco de Potrillos, Porta Coeli y de nuevo al chalé..., si no me despeño.

Siento el frío en la punta de los dedos, sobre todo el que sufrí un accidente de trabajo, me amputé media falange y desde entonces lo noto como raro, siempre tiene una temperatura distinta al resto de los dedos..., y hoy está casi como helado.

Pedaleo a solas..., esta frase es tan habitual..., pero es la realidad, aún así me siento bien, relajado, tranquilo, no tengo que luchar contra el viento ni me inquieta la amenaza de la lluvia. Trato de relajarme y mis piernas suben y bajan con el vaivén de las bielas, mi corazón bombea la sangre oxigenada que irriga mis músculos y respiro hondamente.

- Este parece un día sereno, radiante y.., de puta madre para disfrutar a solas.

Voy remontando el Campillo contemplando las montañas, viendo sus cimas iluminadas con los rayos de un sol que se eleva ardiente sobre un cielo despejado, sin una sola nube, sin brumas, sin nieblas..., y me encuentro con Parra y sus colegas, charlamos un rato y me confiesa que es incapaz de volver a coger la bici de carretera, le da miedo y se ha entregado a la montaña. El también salía con la Peña de Rocafort..., siempre que nos encontramos recuerdo que él también sufrió un infarto cerebral..., pero le miro y sonríe, es un tío cachondo y nadie diría que padeció ese episodio..., a veces le veo pedalear y reflexiono sobre la capacidad de las neuronas para reorganizarse, para abrir nuevos caminos y que mi amigo pudiera volver a caminar, a hablar, a pedalear...

Ya no me duelen los dedos y percibo mi cuerpo ya caliente, sigo gozando con las vistas, sigo ascendiendo sin fatigas, sin sofocos..., alcanzo el Collado de la Moreria y poco después la Font del Poll, no llego hasta ella, giro a derechas y cubro otras rampas, de nuevo las mismas vistas pero a una altitud aún superior..., me siento bien, tranquilo, receptivo..., no como hace una semana, cuando rodaba también a solas, pero casi abatido, con frío y bajo un sol que no terminaba de calentar, preocupado por la falta de trabajo y perturbado por los problemas familiares..., que siguen ahí y que seguirán..., yo me atrevería a decir que siempre..., pero ahora mismo me dan igual, me lo estoy pasando bien y noto que la serranía me acoge, me observa amaneciendo tranquila y silenciosa..., por eso vuelvo a sonreír y me levanto para dar las ultimas pedaladas antes de coronar el cruce de Revalsadores.

Echo una mirada a los desmontes, recuerdo fugazmente la conversación que tuve aquí con uno de los vigilantes del Parque Natural y prefiero olvidarla..., tantos ideales, tanta buena voluntad, tanto sacrificio para que al final sean los jodidos políticos los que terminan corrompiendo todo, incluso la misma existencia de estos montes.

Engrano el plato grande, me levanto y con unas pedaladas me dejo caer hacia la Font del Llentiscle, baja la temperatura a este lado del macizo de Revalsadores, la Primigenia se estremece con los baches, con las piedrecillas y toco los frenos, pierdo velocidad y desmonto ante la fuente. Lleno el botellín y doy unos tragos..., escucho como discurre por mi garganta y después el silencio, salvo el rumor lejano de un avión, de uno de esos reactores que llevan a la gente de un rincón a otro del planeta a más de 800 kilómetros por hora, surcando la atmósfera y dejan do un rastro blanco en el cielo, allí arriba. Vuelan y aterrizan en otros lugares, la gente baja y recorre esos países, después regresan, algunos mueren en los accidentes pero la mayoría volverá a volar, volverá a viajar, a echar miles de fotografías..., y seguirán desplazándose, acumulando visiones, experiencias, vivencias..., hasta las siguientes vacaciones para comenzar de nuevo esa carrera casi demencial hacia ninguna parte, huyendo de algo que realmente esta dentro de ellos y desde luego dentro de mi mismo..., poco a poco el rumor desaparece y escucho mi respiración, siento la calma y me siento raro. Yo no viajo ni me apetece viajar, viajo a pié o con la bici...,pero algún día viajaré por España, imagino que con la bici, me gustaría visitar nuestros desiertos, nuestros bosques húmedos, nuestras llanuras, nuestros glaciares, nuestros picos..., tomándome tiempo y sin necesidad de hacer cola ante las puertas de embarque, sin depender de pilotos, de controladores aéreos o de personal de tierra. Dependiendo de mis piernas, de mi corazón, del tiempo atmosférico, sin contaminar y mas o menos a unos 18 kilómetros por hora, algo muy lejos de esos 800 y cargando tan solo con un exiguo equipaje, con lo justo.

Un reguerillo de agua atraviesa la pista y resbala hacia el fondo de la ladera, algunos cristales de hielo navegan lentamente..., como si escapasen de un sol que se asoma tímidamente entre las ramas desnudas de los chopos, entre el pinar que puebla la montaña...,

y me apetece quedarme un ratito más aquí, unos segundos más percibiendo esta calma y preguntándome, sin demasiado interés por la respuesta ¿si es normal esta especie de alejamiento que siento hacia lo que se supone que es normal...?, como por ejemplo lo de hacer turismo en avión, lo de salir a cenar, lo de ir al cine, lo de comprar nerviosamente por navidades, lo de celebrar los cumpleaños..., son actos hechos tantas veces que para mi ya carecen de sentido..., sin embargo, esto que estoy contemplando lo encuentro enigmático, me atrae.

Encajo el botellín en el soporte y monto, doy unas pedaladas en pie para arrancar y vuelvo a ganar velocidad cuesta abajo. La pista es ancha, con algo de gravilla y algunas rocas asomando entre regueros poco profundos..., el chasis y mis antebrazos se estremecen con el golpeteo, escucho las turbulencias del viento en mis oídos y el gruñido continuo de las ruedas sobre la tierra. Voy trazando los virajes y vuelvo a frenar a la altura de la Font de la Prunera, tiro aún más de las manetas Avid y giro completamente a izquierdas, me salgo de la pista principal y el camino se estrecha y se cuartea, el pinar lo llena de sombras y sigo perdiendo altura, bajando a las mismas faldas del Sierro, rodando entre los bosques que rodean la conocida montaña..., cruzo un pequeño vado recubierto de hormigón y el carriles eleva con unos tonos amarillentos, subo piñones y suspiro sonriendo, me sereno y trato de disfrutar con la subida, de acompasar mi respiración, de aislar el movimiento de mis piernas, me sujeto a los acoples del manillar como dejado caer, inspirando y dejando escapar el aire..., una y otra vez, una y otra vez, tantas veces como pedaladas voy dando, como bombeos de mi corazón, como contracciones y extensiones de mis cuadriceps, de todos los músculos que tiran de esos pedales..., apenas un clic..., y la cadena sube otro piñón, un jadeo y encaro la rampa que conduce al desvío que trepa hasta el pico del Sierro...,pero me lo dejo a mi derecha y mientras recupero el aire voy dando unas cansinas pedaladas hasta que me asomo a la otra vertiente, la que mira hacia la Sierra de Espadan..., unas vistas hermosas, relajantes y también enigmáticas. Miro esos horizontes azules, veo algunos humos aplanados bajo la enorme presión atmosférica de un día sereno, de un ambiente primaveral y plácido en medio de un invierno revuelto y duro...,

y siento un extraño placer, me siento como un privilegiado, me gustaría compartir mis sentimientos de gozo y calma, los que me llenan en estos momentos, pero al tiempo me confunden, no se si es normal tener esas sensaciones y tampoco llego a saber lo que tengo que aprender de ellas..., estos momentos no pueden ser simples vivencias, simple estética, el premio tras un esfuerzo físico..., a veces pienso que es una especie de llamada hacia ella, hacia la Madre, hacia una forma de vida distinta, hacia un existir mas próximo a ella y a sus ritmos, hacia una velocidad vital mas lenta y sosegada...,pero no puedo quedarme aquí arriba, debo regresar..., como siempre, a pasear a mis perros, a despedirme de ellos, a ver la carita de Mía asomándose triste entre los cipreses de la valla. Viendo como me voy, Norton ni se asoma, andará buscando alguna solana en la que tumbarse..., y yo vuelvo a conducir hacia Valencia, veo a pelotones de ciclistas de carretera pedaleando bajo el sol, por la vía de servicio y compitiendo entre ellos. No busco a Pilar porque antes reenviado un mensajito y me ha contestado diciendo que estaba pedaleando por el camino de las canteras, también disfrutando del sol, de un día sereno.

Me ha gustado la pedalada de hoy, el amanecer y mis sensaciones, han sido algo mas de 45 kilómetros y unos 920 de altitud acumulada, han sido unas hermosas visiones y un agradable paseo con Norton y Mía, hoy no han corrido ningún conejo, pero bueno, la verdad es que no han dejado de correr y vuelvo a sonreír, parado en un semáforo y envuelto por un pelotón de “carreteros”..., al revivir las carreras de mi galgo cuando llego y les abro la puerta o cuando descubre un conejo atravesando el camino, a mas de teinta o cuarenta metros y corre tras el, corre, corre, corre..., hasta que reaparece saltando de entre las matas, entonces le cojo el largo morro y antes de que se zafe como diciendo “mariconadas ni una”,llego a oler el aroma de los tomillos y los romeros impregnando su trufa, su pelaje..., hasta que Mía me golpea en las rodillas con sus patas delanteras, ella también quiere mis mimos y mariconadas.

Sigo conduciendo, dejando atrás la serranía y perdiéndome en el bosque de hormigón, entre centenares de vehículos, viendo a desconocidos que esperan ante el paso de cebra y a otros que salen de Media Mark con sus bolsitas rojas, negras y blancas..., el autobús que tengo delante arranca y veo el a nuncio insertado en la tapa del motor, es de un restaurante de esos modernos, que ofrecen platos diminutos y ambiente guay..., curioso, yo siempre tengo comida en casa, o fruta...,pero los que aparecen en la foto sonríen como impregnados por la dicha eterna..., yo también sonrío, hoy lo he pasado bien, he gozado con esas vistas desde la falda del Sierro y después con su bajada, trazando las curvas cerradas, echando miradas fugaces a Espadán y contemplando en un tramito de umbría, las altas espigas de las gramíneas crecidas sobre un prado, sereno y agradable que se abre casi como un regalo a los ojos y a los sentidos..., después la bajada por carretera, sintiendo las miradas alucinadas de los ciclistas de carretera que remontaban el Oronet. Me miran por las pintas que llevo sobre la Bicipalo, vestido con un traje teñido por mi mismo, como cubierto de barro. Después he remontado hacia el castillo de Serra, ya otra vez por tierra, otra bajada y otra subida hacia el convento de las Carmelitas Descalzas..., una ruta en diente de sierra, más pedaladas y cuando encaraba el descenso por el barranco de Potrillos he tenido que frenar. Subía un grupo de senderistas y tras ellos un pelotoncillo de ciclistas que afrontaban la dura rampa al 21%..., les he dado animo y resulta que uno de ellos me ha reconocido por la voz, a los que hablamos por los codos nos pasa eso, nadie recuerda nuestra cara pero si nuestra cháchara..., y de nuevo en la urbe, mis perros se han quedado allí, las vivencias físicas por la serranía también, pero por lo menos en mi mente las puedo revivir, incluso puedo relatarlas, puedo escribirlas, por si a alguien interesa darse un paseo virtual por la Sierra Calderona..., los faros de la ranchera iluminan las paredes de hormigón del garaje, bajo al segundo sótano, maniobro entre los pilares y paro el motor, una leve sacudida y se hace el silencio aquí abajo..., ¿dónde están las montañas, donde esta el sol....?





domingo, 15 de febrero de 2009

POR FIN, UNA RUTA DE MONTAÑA.









Este invierno está siendo duro, llueve, los vendavales han matado a niños, la nieve colapsa algunas ciudades, olas enormes baten las costas del norte y las flotas permanecen amarradas, los pescadores no pueden faenar y las nubes cubren el sol..., ese sol que me anima y que me gusta sentir sobre mi cuerpo, que me gusta ver como inunda la cocina del chalé de mis padres, al pie de la Sierra Calderona. Me da vida, estas semanas no están siendo de las mejores, la crisis me golpea, casi no tengo trabajo y los problemas familiares se agravaban y caen sobre mi espalda, sobre mi mente..., pero lo peor es que yo no los causo, mi vida es austera, sencilla, sin mayores pretensiones que la de ir salvando un día tras otro, pensando en los meses que quedan por delante, haciendo previsiones, tratando de dirigirme con cautela y aplomo..., pero de poco me sirve, de bien poco. Pero hoy sábado he podido salir con la Primigenia, también conocida como la Bicipalo. Ha sido una ruta en solitario, con frío y con un viento que empezaba a aullar cuando cubría los kilómetros de vuelta.
Confieso que me he sentido solo, ayer estuve intercambiando mails con Mónica, una amiga “bicimontañera”, que pilota una Trek Fuel full carbon, ella es rubita, de bonitos ojos y de carnosos labios. También hablé por móvil con Santi, mi colega y me dijo que igual quedábamos..., y la verdad es que hoy pedaleé animoso hacia el aparcamiento de Porta Coeli, con frío y con el cielo despejado, pero velado por algunos cirros, por algunas finas placas de hielo adheridas al firmamento. En el horizonte, sobre el mar, resplandecía un sol débil, puede que fatigado después de tanto temporal, de tanta lluvia..., que emergía de un mediterráneo plomizo y aplanado, en la playas, con las primeras ráfagas del viento del norte, helador y seco.
Me dejé caer por el aparcamiento de Porta Coeli y lo encontré lleno de coches, pero no vi a nadie conocido, no vi a Mónica ni a Santi...,y bueno, di media vuelta y comencé a remontar hacia el barranco de Vigueta, a solas y algo desanimado.
La pista es ancha, blanquecina, se alarga recta y con bosques de pinos a los lados..., ruedo sobre ella a la sombra, sin oír más respiración que la mía, escuchando el gruñido de las ruedas sobre la tierra y dejando a mi derecha el desvío hacia Revalsadores, después de ganar un repecho y adelantar a tres ciclistas que subían resoplando. Pongo el plato grande y doy unas pedaladas, las sombras oscurecen un poco más el camino, tengo frío y echo miradas fugaces al bosque de coniferas que crece a mi alrededor. Voy sorteando los badenes, aún escucho las conversaciones de los bicimontañeros a mi espalda pero poco apoco me voy alejando, volviendo a quedar a solas y encarando las primeras rampas del Portixol. Unas curvitas y empiezo a subir, a jadear y a mirar a mi derecha, veo el fondo de los valles, de las torrenteras, el perfil de las serranía, el monte bajo que lo cubre, percibo el silencio, la soledad de la Sierra Calderona en invierno...,











me me siento raro, no estoy gozando, no me siento receptivo. Hoy me había hecho ilusiones de socializarme un poco, de plantarle dos besos en las mejillas tibias de Mónica..., pero aquí estoy, escalando a solas, pedaleando entre las casitas levantadas en este rinconcito precioso de la sierra, a 0 grados y rodando sobre una pista rojiza y húmeda, a la sombra y como siempre, aspirando el aroma de la leña quemada, ardiendo en alguna chimenea.

Saludo a otros tres ciclistas y sigo a mi ritmo, a mi izquierda veo el agua cristalina estancada sobre el fondo pedregoso del barranco, no es profundo pero me encanta verlo y saber que está ahí, esa agua tan escasa en el resto de la serranía.

Aquí la pista se estrecha y sigue ascendiendo, afloran esquinas y lajas de rodeno que hacen oscilar las suspensiones, se levantan las paredes de la montaña, oscuras y cubiertas de liquen, se ciernen sobre el camino, las ramas de las zarzas cuelgan espinosas, como delgados brazos que tratan de impedirte el paso...., dejo la Font de la Gota a mi derecha y pedaleo, suspiro y miro hacia delante, virando a derechas y atravesando el vado, que después asciende bruscamente, busco la trazada y remonto volcado sobre el manillar.

Dejo atrás la vaguada pero afronto otra rampa a izquierdas. Por un momento el sol me alcanza y miro hacia abajo, hacia lo que acabo de subir y lo veo hermoso, tantas veces visto y tantas veces olvidado, cuando llego a casa y la realidad de la familia y del trabajo, me ciegan. Realidades que vuelven a perturbarte, a asfixiarte..., veo las pozas de agua estancada, las marcas de las corrientes durante las lluvias y sonrío pensando que si viviera en estas montañas como un eremita, me bañaría en ellas, bebería de su agua..., como lo debieron hacer las gentes que habitaban esta sierra, sus barrancos y collados, sus colinas y sus pocos prados..., personas como las que levantaron la ruina que descubro a mi izquierda, casi cubierta por la vegetación.

Muchas veces vemos esos restos y creemos que siempre han sido eso, restos, ruinas, vestigios..., que jamás fueron habitados y no es así. Ahí se vivieron ilusiones, momentos tristes y de sacrificio, de alegría y de descanso. Mas arriba hay otro caserón, no está en ruinas, es mas, ver sus esquinas a escuadra sobre sillares de rodeno extraído de estas mimas montaña, hipnotiza. Una vez me acerqué y pude ver las estancias inferiores, debieron ser corrales o caballerizas, aún se podían contemplar por los angostos ventanucos los comederos para el ganado. Imagino que la vida doméstica se desarrollaba en el piso superior y sobre esta misma pista por la que asciendo entre jadeos y en solitario, subiendo por el fondo del valle hacia las cimas que ya distingo iluminadas por el sol..., pero en soledad y en silencio, algo así como cuando termino estas rutas del sábado y regreso al chalé. Nortón y Mia me reciben como siempre, entre saltos, lloriqueos y carreras. En esos momentos no hay nadie en la casa salvo ellos mismos, tampoco están los vecinos ni mi sobrino “okupa”. Guardo la Primigenia en una caseta trasera y me ducho. Mia se encarama sobre la ventana del cuarto de baño y solloza, gimotea mientras dejo durante unos instantes que el agua casi hirviendo se derrame sobre mi cuerpo, pero no demasiado rato. Después me doy el paseo con los bichos y regreso, mientras les preparo la comida pongo una cafetera de una sola taza y salgo a la terraza, a tomarme ese torrefacto manchado de leche en tacita de porcelana, pequeña y delicada, a solas, sin compartir con nadie, salvo con ellos, con los chuchis. Pero el viento ya sopla fuerte y frío, me cobijo en el lado que da al sur y veo el rincón de mi padre vacío, me siento y miro lo que el veía durante todas las mañanas del verano pasado, del verano de mi vida pasado aquí, al pie de la Sierra Calderona.


En este rincón siempre da el sol y se contempla el pequeño campito en el que crecen tres naranjos, un limonero y una joven olivera, también se ve la piscina rodeada por el piso de rodeno gris y la parcelita de césped donde yo solía estirar y contemplar las nubes bocarriba cuando regresaba de la ruta..., de eso hace ya años, más de cinco. Y ahora contemplo ese campito repleto de hierbas y no digo “malashierbas” porque esa es una definición tan absurda como humana, observo el agua de la piscina verde y sucia, con algunos plásticos que el viento a arrastrado flotando sobre ella, veo el césped repleto de macetas de plástico mordisqueadas, de hojas de palmera secas que los perros han esparcido, veo los restos de una celosía de plástico y los restos de una podas sin recoger. Es la huella de ese sobrino que se instalo aquí, pidiéndome las llaves porque decía que no podía convivir con su hermano y su madre. Y yo estoy fatigado de tener que luchar en tantos frentes, quiero que me dejen en paz, que salgan de mi vida si es necesario..., y mientras sorbo de esa tacita y acaricio el lomo de Mia, comprendo el porque de esas ruinas, de esas casas abandonadas, del olvido y del silencio en medio de esos restos que antes albergaron vida. Son familias que se disgregan, padres y madres que fallecen, enemistades entre hermanos y hermanas, migración hacia la ciudad o hacia otras formas de vida, hacia el consumismo, hacia el dinero, hacia la destrucción del patrimonio..., y siento que mi vida esta llegando al final de un ciclo, este abandono me angustia, siento cierta tristeza, miro hacia el rincón donde mi padre solía desayunar al sol este pasado agosto y no veo nada..., bueno si, el maravilloso sol invernal y las idas y venidas de Norton. Miro hacia las montañas y las veo nítidas y despejadas, barridas por el viento del norte, que allí arriba aullaba por encima de las cumbres, por encima de los pinares...,yo jadeaba allí arriba, en esas montañas que ahora veo y puede que aún este allí y que todo esto sea un espejismo. Miro la tacita y sobre la pequeña superficie se forman ondas, olas impulsadas por mi respiración acelerada remontando el barranco de Vigueta..., respiro un poco, me enderezo para relajar los lumbares y trazo las curvas cerradas, recuperando algo de aliento, pero vuelvo a inclinarme hacia delante y a ensanchar los pulmones con una potente inspiración. La pista trepa y se resquebraja en un canchal de rodeno, entre piedras sueltas y otras que emergen descarnadas lluvia tras lluvia, avenida tras avenida..., voy pedaleando por la trazada buena, equilibrando con el cuerpo y sin dejar de batir los pedales, me paso a la derecha, atravieso el pedregal y vuelvo a acelerar. Las ruedas pasan por encima de los cascotes húmedos y rojizos, se hunden los amortiguadores y mi corazón bombea encabritado, sigo cuesta arriba y poco a poco salgo del suelo roto. Recupero un poco de resuello, llaneo unos pocos metros y virando a izquierdas encaro las últimas subidas duras. Miro a mi izquierda y el valle que esconde la pista, que cubre el estrecho barranco con su vegetación..., se extiende ante mis ojos y sonrió lleno de satisfacción, de calma..., voy aflojando, echo pie a tierra y antes de que se me empañen las gafas tiro una foto con el móvil, escucho los latidos del corazón en mis orejas, en mis sienes, vuelvo a montar y sigo subiendo, ya bajo el sol y de cara a un viento que sopla frío y gélido a casi 750 metros de altitud.






















El camino se eleva y gira bruscamente a derechas, se agrieta en surcos profundos que trazan el mismo viraje, me voy abriendo y encaro la rampa, pierdo velocidad y tengo que levantarme para salvar las roderas y el desnivel..., unos resoplidos y vuelvo a sentarme, el viento de cara me provoca un escalofrio y sigo remontando ya bajo el sol y viendo por delante los pinares que cubren las cimas..., la profundidad del valle ha quedado atrás pero la pista aún sigue ascendiendo, me cruzo con un ciclista, nos saludamos y unos metros después atravieso el charco de siempre. Voy bajando piñones y en el cruce giro a derechas, pedaleo algotas relajado y vuelvo a mirar hacia el barranco por el que he subido, distingo la pista y me siento bien, satisfecho de haber circulado por ella en silencio, sin erosionar nada, apenas dejando un rastro sobre el barro..., sigo observando estas montañas, su quietud, su orografía su aspecto bajo el sol, que día tras día va ganando altura, sus laderas, sus pendientes y sus umbrías. Observo su aparente inmovilismo y una naturalidad primigenia. No distingo obras de homo, tan solo el trazado de ese camino serpenteante y roto por el que he subido. Es la naturaleza, la serranía tal cual permanece por si misma, sin gestores ni técnicos medio ambientales, sin ingenieros de caminos ni brigadistas..., mírala, con sus claros y sus sombras, con los alcornoques ocupando su nicho en unas montañas dominadas por las coniferas.

¿Por qué estoy aquí...?, ¿por qué contemplo estos parajes..., que al anochecer me aterrarían o no...?, no hay edificios ni bares en los que tomar un café y un bocadillo, no hay personas con las que hablar, no hay ruido, solo el zumbido de un viento que me estremece, hay soledad y frío..., y hermosura, serenidad, la calma de lo inmóvil, de lo que no puede defenderse de un fuego ni de la lluvia, de la nieve o de un viento huracanado, de la sequía o de las barrancadas durante las tormentas.

Y sigo mirando, pedaleando tranquilo, apartando los ojos del camino y volviéndolos hacia ellas..., las contemplo y me siento mal, no soy capaz de comprenderlas, de asimilar en profundidad lo que veo. Llevo años intentándolo, a veces me aproximo..., pero cuando regreso a la civilización de homo me olvido, la realidad oficial me obliga a pensar y a adaptarme al entorno de hormigón y falsedad que me rodea, a la dinámica artificial y desquiciante de nuestras vidas en las urbes.








Mi respiración apenas si suena en medio de los soplidos del viento..., dejo de pedalear y paro, saco un pie de la cala y me apoyo ante un alcornoque ennegrecido tras el incendio de los años noventa, una enredadera trepa por su corteza de corcho viejo y que aún conserva la marca de un antiguo corte, imagino que dado por los viejos moradores de estas tierras altas, cuando vivían de ella y recolectaban ese corcho y los frutos silvestres, sus plantas aromáticas y medicinales, que recogían las nieves o el esparto para sus alpargatas, para sus cestas..., pero no veo a nadie, no escucho el paso de las caballerías o el de los braceros, percibo ese rumor del viento, su ulular peculiar al atravesar las agujas de los pinos, al rozar contra los peñascos, el deslizarse entre los cortados..., sonidos primigenios, los sonidos que poblaban la tierra entre los aullidos, entre los barritos y los mugidos de los ungulados, entre los truenos de las tormentas, entre los trinos de las aves y entre los gritos de los primeros primates, saltando de unas ramas a otras en medio de esas selvas, en la que vida estallaba en diversidad, en variedad, en riqueza biológica..., los sonidos de una vida que comenzaba a fluir, los sonidos que precedieron a las primeras silabas, a los primeros balbuceos del lenguaje humano..., sigo escuchando el viento y nada mas, solo eso..., hasta que empujo el pedal y encajo la zapatilla, clank..., suena la cala y sigo pedaleando hacia el paso entre las Peñas Altas, no queda casi nada, solo algunas rampas repletas de rodeno que poco a poco voy cubriendo con el aire de cola, de nuevo a la sombra hasta que alcanzo el alto y el sol se asoma entre los dos peñascos que flanquean la cima.

No paro y la cadena se encarama sobre el plato grande, levanto la cabeza y las vistas vuelven a hacerme sonreír. Distingo el trazado de la pista por laque voy a bajar y de nuevo el relieve conocido de la serranía, sus lomas, sus pinares, las colonias de alcornoques de un verde mas oscuro y casi de tono mate, los hondos, las suaves gargantas, los cortados de un color marrón que durante el atardecer resplandecen ardientes o que se difuminan cuando las brumas y las nubes bajas se abrazan a ellas..., me lanzo dando unas pedaladas y la Primigenia se acelera, vuelvo a notar los impactos de los baches y de las piedras en el manillar, percibo las vibraciones contra los muslos sujetos a la punta del sillín y mis dedos presionan sobre las manetas de los frenos..., voy enlazando las curvas, perdiendo altura, dando pedales en alguno de los pocos repechos que quedan por salvar.
Rebaso la Font del Poll, me cruzo con algunos ciclistas que están subiendo y continuo pedaleando, llaneo a lo largo de la umbría del Collado de la Moreria y vuelvo a encontrarme con los restos de los desmontes, aun me siguen sorprendiendo los nuevos perfiles de las laderas y dando cierta peno los enormes troncos de los pinos que aún se acumulan en los lados del camino...,











miro al frente y el Camp de Turia reaparece un poco mas próximo, azulado, con los penachos de algunos fuegos flotando hacia levante y en apariencia lejos, pero muy cerca, cada vez mas cerca, giro tras giro de las ruedas, pedalada tras pedalada..., distingo puntitos blancos, construcciones entre manchas verdes, casitas, chales en los que alguien puede estar tomándose un cortado, un café..., al sol de alguna terraza, puede que acariciando el lomo de alguna cariñosa perrita, ante la mirada siempre lastimera de un galgo bardino que también quiere que le acaricien..., como Charly. El descenso de las cumbres había terminado y pedaleaba algo cansado y con hambre, callado, ya estaba al lado de ese chalé y daba la última vuelta entre los bosquecillos y caminos que serpentean a las faldas de la sierra. Al salir de un repecho me encontré con ellos, con tres chuchillos que paseaban felices entre una pareja ya mayor. Me llamó la atención un pinsher y paré, charlé un rato con los dueños y me quedé mirando al perrito.

- ¿Me puede hacer una foto con él...? -pregunté al hombre.

- Claro que si..., ahora te lo cojo..., pues a este lo encontramos en la estación de autobuses de Valencia, abandonado y con heridas en el cuello, como si lo hubiesen querido ahorcar..., toma...

Sujeto al perrito y noto su corazón sobre mi antebrazo, le paso el móvil y trato de posar. Escucho el chasquido del diafragma virtual y sonrío..., bueno, por lo menos, al final he encontrado a alguien y me han hecho una bonita foto.
- Gracias..., voy a ver su doy esta última vuelta que ahora me toca pasear a los míos.