Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

sábado, 28 de marzo de 2009

SOBRES CONTRA LA CRISIS.





Maria, escribía en su blog un post titulado “lecciones magistrales: la economía de los sobres”, en el nos contaba como su madre las había educado a ella y a sus hermanas en eso que llamaban la “economía de los sobres”, un sistema económico doméstico y sencillo con el que cuadrar las cuentas, durante el mes y a finales.

Gloria, que así se llama la mamá, calculaba los gastos fijos y mas o menos aproximaba los hipotéticos, los imprevistos. Iba fraccionando el sueldo de Heriberto en distintos sobres, cada cual asignado para un menester, poco a poco, mes tras mes..., y resulta que cuando llegaba la contribución podían pagarla sin mayor problema, cuando se producía alguna avería en casa, podían pagarla, cuando llegaban los recibos de la luz y el agua, se podían pagar..., y así, “tirando” de esos sobres mágicos, pasaban los días, los meses, los años, las crisis..., hoy las cosas no son así, el sueldo es virtual, hoy ya no te dan el dinero en un sobre, aparecen cifras en la cuenta y eso quiere decir que has cobrado. Después metes una lamina de plástico en una ranura y otra ranura te suelta los billetes, entonces sales del cajero automático y los vas fundiendo. Cuando se acaban, vuelves a la ranura o pagas con la misma lamina de plástico en los supermercados, en las tiendas..., y así va pasando el mes, no ves los billetes y los recibos domiciliados y los pequeños prestamos que se piden para todo, terminan de liquidar la cuenta..., claro, en la época en la que Gloria criaba a su familia con un solo sueldo, todo era mas barato, los niños teníamos menos enfermedades, el pan costaba menos, el gas menos, la luz menos, los libros del colegio también menos..., ¿no...?, ¿todo era mas fácil por entonces...?..., parece ser que si, porque en la actualidad todo el mundo afirma con rotundidad y contundencia él manido“hoy en día hacen falta dos sueldos para criar a una familia...”,pero una familia de un solo hijo o a la sumo de dos. Está claro que antes, hace unos 40 años se vivía mejor ¿no...?, normalmente trabajaba el marido, las familias solían ser numerosas y la mujer se quedaba en casa, haciendo sus labores, educando, administrando..., y con un solo sueldo. Imagino que mas de uno ya se habrá cabreado, aquello no era vivir, era malvivir en medio de una dictadura y en medio de un machismo inapelable... ¿pero es que hoy vivimos...?

Maria nos cuenta como su madre lograba cubrir todos los gastos, nos cuenta como ya entonces tenían que “reciclar” por necesidad no por moda o actitud social premiada y nos cuenta, con una lógica aplastante como su madre tenia muy claro que no se podía gastar lo que aún no se tenia, lo que aún no se había cobrado...,

La historia de Gloria es la historia de cientos de miles de madres españolas que vivieron la posguerra, las cartillas de racionamiento, el ”estraperlo”, esto también lo cuenta mi amiga en blogearporblogear.blogspot.com, pero es esa ultima reflexión, esa de “no gastar lo que no se tiene...” la que define perfectamente, el porque de la actual situación económica de las familias españolas, esas que estamos sufriendo los embates de la crisis. Y todo empieza dentro de ese seno familiar con otras frases de gran calado popular y que suelen ser pronunciadas con solemnidad y lentamente, para que se puedan escuchar bien y seguidas por un silencio de varios segundos y acompañado por una expresión seria, “quiero que mis hijos tengan lo que yo no pude tener, que sean lo que yo no pude ser...”.

Y nuestros hijos crecen, llegan a la niñez en un estado de “adultez” precoz, imitando todo lo que hacemos, tratando de suplantarnos, pidiéndonos las llaves para abrir ellos las puertas, sentándose los primeros en el sofá para llegar antes que nadie al mando a distancia, sentándose entre el volante del coche de papa, incluso conduciéndolo por los caminos de tierra que hay alrededor del chalé del suegro, como no hay casi circulación..., pues el niño de 7 años puede conducir.

Los crios ven pasar los años y se acostumbran al estatus de los padres, no admiten otro nivel que no sea ese, el que han visto desde pequeñitos, el que ven normal porque no les ha faltado de nada, porque lo han tenido todo sin esfuerzo, sin tener que ganar un jornal, sin tener que ahorrar. Alcanzan el final de sus adolescencias, rondando los diecinueve con el carné de conducir calentito, anhelando el coche de papá o pidiendo un crédito para comprar uno con el primer sueldo de reponedor en un centro comercial. Lo pagaran en cinco o seis años, si no lo estrellan antes, también es posible que de cara al “veranito” se compren una moto, otro plazo mas, es posible que también se compren una tele para su habitación en el piso de sus padres, también a plazos, un navegador a cuotas, quince días en Tenerife a pagar en seis meses..., los años siguen pasando, se echan novia, se plantean casarse y pagan la boda en mensualidades, el piso..., cuesta un poco mas, sus padres les avalan..., y han gastado todo lo que aún no han ganado, esos somos nosotros, los que ahora recibimos las olas y los golpes de una crisis que esta provocando una autentica carnicería humana y empresarial.

Es muy posible que si hubiésemos seguido el ejemplo de Gloria andaríamos algo más cubiertos para afrontar esta crisis, seriamos capaces de ignorar las vallas publicitarias, las luces navideñas, los anuncios de televisión en los que nos dicen que “somos tontos” por no ir a comprar a determinado centro comercial. A final de mes tendríamos “al cobro”, los recibos de siempre..., la luz, el agua, los gastos de comunidad, el telefono, el seguro de los muertos y una vez al año, pues la contribución, el seguro de hogar de la casa, la declaración a Hacienda..., y alguno más que se me olvidará..., y podríamos hacerles frente. Habríamos estado viviendo dentro de nuestras posibilidades reales, a un ritmo más lento, sin un consumo desmesurado..., algo impensable en una sociedad que desea a toda costa crecer y desarrollarse..., pero sin subir los sueldos de los trabajadores, para eso esta la banca, que según los sabios de las finanzas es a quien hay que salvar, no a las familias, no a los medianos y pequeños empresarios que han sido “enganchados” por las caídas de las promotoras y constructoras crecidas dentro de la “burbuja”.

La banca está para compensar con préstamos las carencias salariales, insuficientes para satisfacer la demanda de consumo de una sociedad apoyada y edificada en el gasto innecesario, compulsivo y enfermizo. El capitalismo es así, nos crea esas necesidades ficticias al tiempo que inunda los mercados con productos perecederos, con modas y tendencias encaminadas a desacreditar lo anterior, lo que ya hemos logrado pagar. El ejemplo lo encontramos en la industria del automóvil, la aparición de modelos nuevos o reformados coincide misteriosamente con la media de duración de una financiación..., ideal para que nos den una miseria por nuestro coche y así compramos el modelo nuevo, que es mejor, claro y tiene ESP.

De esta forma el estado se garantiza una masa obrera que consume, que se ahorca a si misma y que no reacciona ante los desmanes de nuestros políticos o si lo hace es ante cortinas de humo, ante engaños que desde el estado se nos lanza para impedir que abramos los ojos. El último que recuerdo llegó con la Ley de Memoria Histórica, Garzón fue el primero en picar y acabó con las reservas de palas de todas las ferreterías de Madrid, no iba a quedar sin abrir ni una sola fosa de la Guerra Civil. Media España despertó sus fantasmas y la población volvió a radicalizarse entre la izquierda benévola, amiga y solidaria de ZP y la derecha fascista y represiva de Rajoy. Ahora las cortinas de humo continúan con los trajes de Camps, con los espionajes, con la nueva Ley del aborto, con los lacitos blancos en los hábitos de Semana Santa..., y a mi esto me entristece, yo no soy ningún iluminado, pero acierto a ver la poca vergüenza de quienes nos gobiernan y de quienes nos quieren gobernar.

Veo que la inmensa mayoría de la población sigue emitiendo sus votos condicionados por esa Memoria Histórica que ya nos lastra y ciega demasiado..., vemos a los políticos como valedores, como representantes de unas ideas y eso es un error catastrófico. No podemos votar según sus promesas, los políticos son genéticamente falaces y corruptos, es un hecho comprobado que son las familias de siempre las que se perpetúan en los órganos de poder políticos y empresariales, todos sus vástagos estudian en los mismos colegios privados, se forman en las mismas universidades, hacen los mismos master en el extranjero..., sus genes se trasmiten, eso es así.

Es tiempo de empezar a ver a los políticos como gestores, como administradores de la inmensa riqueza que genera la masa obrera de este país. Es tiempo de dejar de creer en promesas amparadas en viejas ideologías, en doctrinas partidistas, de izquierda o de derecha..., lo que queremos es que nos solucionen los problemas, que bastante tenemos ya con trabajar.

Queremos que gestionen esa riqueza con eficacia, invirtiendo en sanidad, en educación y en trabajo..., ¿tan difícil es eso...?, es que nadie tiene un mínimo de dignidad, de honestidad, de coherencia, de verdadera voluntad...?, ¿no hay forma de crear una línea de largo recorrido en determinado tipo de políticas...?, claro que las hay, pero es mucho mas fácil llegar al poder y deshacer lo que el otro a hecho, cargarle con la culpa de la deuda y continuar distrayendo a la población con gilipolleces.

Ya me estoy alargando demasiado, pero no quería terminar estas divagaciones sin hablar un poquito de una de esas medidas “estrella” que ha adoptado ZP para tratar de parchear la desintegración del empleo en España. Me refiero a la entrega de cientos de millones de euros a los ayuntamientos españoles, que hoy por hoy se han manifestado como los morosos mas peligrosos y dañinos de este país, como los gestores mas incapaces y torpes, como los administradores mas corruptos y demagogos con que uno pueda tropezar. No puedo entender como se confia ese dinero a unos patanes que no han hecho mas que diluir entre sus propios bolsillos las enormes cantidades de dinero que han cobrado con las licencias de obras, con los IBI aumentados hasta lo que permite la ley y con las comisiones pagadas a la sombra y bajo mano, por los promotores y agentes urbanizadores, a los alcaldes y sus concejales, tras las recalificaciones de suelo, tras la aprobación de brutales e insostenibles PAIs. Han sido tantos años cobrando por todo y sin hacer nada, enriqueciéndose desde la butaca del despacho con solo alargar la mano hacia los especuladores..., que ahora mismo, ante la crisis, no tienen ni puta idea de cómo financiar esas arcas saqueadas por las malas gestiones, por las filtraciones, por el gasto injustificado. Estos alcaldes valencianos, crecidos con la construcción y el cobro de las comisiones y los de muchísimos municipios de toda España..., son los mismos que han dejado de pagar sus deudas a cientos de pequeños empresarios, a autónomos o pequeños talleres que trabajaron ilusionados para ellos, soportando dilaciones en el pago insultantes y despóticas, son los mismos que los han arruinado y sin embargo, son los mismos que van a recibir esos millones de euros que entre todos los españoles que trabajamos y pagamos nuestros impuestos.

Vuelvo a pensar en la madre de Maria y sus sobres..., y me imagino hablando con mi amigo Chus, que es economista sobre esa manera de ver la vida, estoy seguro de que negaría con su cabeza y me diría algo así.

- Esa es la economía rural, una economía lenta, sin movimiento, sin crecimiento.

- Ya, pero también es una economía segura, sin agujeros, sin burbujas..., y yo si que creo que crecería, pero lentamente, de manera firme y sostenible y no de manera ficticia, imagino que al tener que ahorrar para comprar un coche o un piso los precios se contendrían, no se hincharían desmesuradamente..., como ha ocurrido al saber que la banca estaba ahí para prestarnos ese dinero con el que nos vamos ahorcando lentamente, con el que contamos para consumir y ser felices, con el que contamos como si fuera nuestro, como si ya lo hubiésemos ganado con nuestro trabajo..., una ilusión, un espejismo en el que no creyó Gloria ni mi madre, ni otras miles de mujeres y hombres que se sacrificaron y que vivieron austeramente para que nosotros, para que sus hijos tuviésemos todo lo que ellos no tuvieron, para que no pasáramos hambre o frío para que pudiéramos sonreír la madrugada de Reyes...,pero los tiempos han cambiado y no nos hemos dado cuenta, nuestros hijos ya tienen demasiado, ahora debernos educarlos en esa misma austeridad, en ese mismo sacrificio que ellos realizaron en un país roto, desangrado por una guerra y maniatado por un régimen dictatorial con el que había que convivir y lidiar diariamente...., hoy la sociedad ya no pelea contra un déspota, ya no hay policías de gris ni se da “garrote” en las prisiones...,ahora convivimos con miles y miles de mensajes, con un alud de información desbordante que nos lleva a un lado y a otro de nuestras emociones, de nuestros anhelos y deseos...,hasta envolvernos en un torbellino de confusión y ceguera que tratamos de mitigar consumiendo, comprando, pidiendo créditos, estrenando cualquier cosa, cambiando de móvil...










miércoles, 18 de marzo de 2009

PEDALADAS AL AMANECER


Noto al pequeño Cecil pegado a mi pierna, lo percibo caliente y vivo, quieto bajo la manta que cubre mi cuerpo en la oscuridad del dormitorio. Hace un ratito me estaba lamiendo y durante algunos momentos de la noche nos hemos movido..., él bajo la sabana como una especie de topo y yo cambiando de posición, esperando al amanecer para salir a pedalear con la Primigenia, con la Bicipalo..., parece que me encuentro un poco mejor. Ayer salí de Valencia después de acomodar a mi padre en el asiento delantero del Megane familiar y a mi madre, con su brazo enyesado, en los traseros, junto a Miriam y escondiendo en su regazo a Cecil.
Dejamos esa ciudad a punto de enloquecer, a punto de convertirse en una ruidosa y demencial ratonera..., y llegamos al chalet de mis padres, muy cerquita de la Calderona, a la misma casa de campo que he estado subiendo durante el invierno para hacer bici de montaña, para pasear con Norton y Mia, para distraerme un poco o para caer en la dolorosa nostalgia del verano.
Pero ayer me note extraño, como desencajado..., mi padre se quejaba de que tenía frío y mi madre se movía torpemente por entre el campo, viendo que gran parte de sus plantas habían muerto de sed o de frío, Norton y Mia me seguían, deseando que los sacara a pasear y Cecil andaba excitado detrás de la perrita, que es unas ocho o diez veces mas grande que él..., llegó la tarde, la noche, de nuevo el frío de estos marzos de soles radiantes y de noches casi heladoras. Trate de enviar un correo a Maria, pero los duendes malos de Internet me lo volatilizaron..., eso terminó de abatirme y decidí darme una ducha antes de irme a dormir junto a mi padre. Me sentó bien, me tranquilizó un poco y cuando estuve cobijado bajo las mantas me relajé y me entregué de lleno al sueño.
Y he despertado hace un rato..., como siempre Nortón y Mía han entrado al galope en el comedor, casi pisotean al pinsher y mientras esperaba a que saliera el café he estado jugando con la pequeña manada de tres, les he puesto en los cuencos el sobrante del arroz de ayer que hicimos para ellos y después he paseado por la terraza con la taza entre mis manos. Percibiendo el frío, adivinando un cielo limpio de nubes y escuchando los trinos de los mirlos, los silbidos de los estorninos, los gañidos de los perros haciendo como si se mordieran y el traqueteo lejano de un motocultor. Viendo las copas amplias de los pinos y percibiendo la calma, la quietud, pero al tiempo, sintiendo el despertar de la vida ya rozando la primavera con los dedos, con los sentidos, con la misma piel que se está erizando bajo las mangas del jersey térmico que me he puesto para pedalear..., echo una mirada rápida al ciclocomputador y me marca 6 grados sobre cero, por eso voy tiritando, pero se que es una sensación pasajera, pronto entraré en calor..., incluso este fresco del amanecer tiene otro sabor, otra percepción asociada a nuestros ancestros, cuando el ambiente se llenaba de sutiles aromas, cuando sus ojos asociaban al hielo fundido, a las yemas en los árboles, a los brotes en las hierbas, al canto de las avecillas..., era cuando ellos sonreían sabiendo que el invierno se alejaba, sabiendo que la vida regresaba..., algo parecido siento yo, incluso mi padre parece que está mas animado, ha sobrevivido a un invierno duro, frío y húmedo, mi madre también, con la muñeca rota pero ha sobrevivido..., y yo mismo parezco uno de aquellos neardentales, de aquellos cromañones..., realmente mas a estos últimos, lo digo por lo de la altura y por la decoración que cubre mis ropas de ciclista. Tonos marronaceos, dibujos tribales que recorren mis muslos, huellas de animales que decoran la parte que cubre mi culo, una salamandra mágica trepando por mis piernas..., mientras pedaleo por la vía de servicio hacia la casa de Patricia. Miro hacia mi derecha y veo las lomas oscuras recortándose contra el fulgor anaranjado de un sol que enseguida va asomarse..., paro, paso la bici por encima del quitamiedos y vuelvo pedalear ya sobre tierra, me desvío a la izquierda, dejo atrás algunos chalés y desciendo sobre la estrecha pista cubierta de gravas y arenisca hacia la rambla, repleta de cantos rodados grises, de lajas de rodeno arrancadas y que con las miles y miles de avenidas han ido rodando sobre los fondos pedregosos hasta convertirse en mas de esos cantos rodados.
Descubro brotes en algunas pequeñas higueras crecidas desde las grietas de los ribazos abandonados y levanto la vista hacia los peñascos iluminados por el sol, los veo desde la umbría, entre pinos, algarrobos y sonrío.







Este rincón me hace soñar, me imagino a pequeños clanes de cazadores-recolectores encaramados en lo alto de esos farallones, vigilando el curso de agua que discurría entre meandros, entre la vegetación de ribera..., acechando a las manadas de ungulados que bajarían a sus orillas a beber. Los imagino pescando o buscando material lítico para construir sus herramientas de piedra, cuchillos, raspadores, bifaces..., pero ya no están, tampoco ese torrente de aguas permanentes..., ahora mismo atravieso el fondo guijarroso, trazo una cerrada “S” y remonto un repecho, doy unas pedaladas, giro a derechas y el sol me da en los ojos, atraviesa con sus haces el bosque de pinos y sus agujas destellan bañadas con el rocio, también las matas de esparto, la vegetación que ya despierta tras el invierno.






Me encuentro bien, la rodilla izquierda apenas su “gruñe”, no me molesta y respiro un aire limpio, saludable..., pedaleo en silencio, percibiendo la calma del amanecer y descubriendo de vez en vez a un sol que parece jugar al escondite, que parece subir y bajar entre los bosques, entre las lomas..., pedaleo entre sombras alargadas o a la sombra de las colinas, sobre el lecho del charco..., y un escalofrio me dice que la temperatura cae unos cuantos grados, aspiro los vapores del humus y voy remontando por el caminillo, encaro la cuesta de piedra suelta, subo un piñón y la Bicipalo se balancea sobre el canchal..., corono el repecho con un ligero jadeo y sigo ascendiendo por el caminillo hasta salir a la pista principal. Giro a derechas y me dejo caer hasta llegar a otro cruce que remonta a izquierdas, viro hacia ese lado y vuelvo a subir un piñón.

Suspiro, vuelvo a cambiar de piñón y a agilizar las pedaladas, se que esta pista trepa engañosamente, visualmente apenas si tiene desnivel, pero notas como los pedales parecen endurecerse, como la bici no avanza y como la respiración se acelera, como debes abrir la boca tratando de aspirar mas aire..., y alguien grita a mi espalda, no escucho bien, solo la parte final.

- ¡Baja, baja..., joder...!.

Aflojo la pedalada y me parece reconocer la voz.

- ¿¡Eres Abilio...?¡ -le pregunto.

- ¿¡Siii..., a donde vas...!?

- ¡A la font de l´abella y después a la Gota...!.

- ¡Nosotros a Gatova...! -responde mi amigo a toda voz.

- ¡Venga, nos vemos...!.

No puedo irme con él, tengo el tiempo justo para hacer la ruta y regresar al chale para levantar a mi padre..., echo de menos su compañía y miro hacia delante. La pista asciende cubierta de gravas y con alguna rodera, trepando sobre la loma que sigue elevándose entre un pinar disperso, entre un paraje de tonos áridos, de rocas grisáceas y de monte bajo..., suspiro y giro el mando del cambio, la cadena salta a otro piñón de mayor dentado y pedaleo mas suelto, respiro mejor y mi corazón bombea sin acelerarse demasiado. Trato de arrastrar los pedales hacia arriba, encogiendo las piernas y extendiéndolas, repartiendo el esfuerzo entre cuadriceps y femorales para aliviar el esfuerzo de cartílagos y ligamentos, sobretodo los de la rodilla izquierda..., voy ascendiendo a gusto, sin jadeos, como fluyendo en ese ciclo que mis piernas reproducen una y otra vez..., arrastrando los pedales hacia arriba, bajando, subiendo las bielas..., ganando altura y encontrándome con las primeras jaras en flor.







Trazando estas curvas que forman amplias lazadas, como meandros que van subiendo, elevándose sobre esta enorme hondonada que va quedando a mi izquierda. Vuelvo a mirar y distinguir las huellas de la antropización que sufrió esta serranía hace ya bastantes décadas. Descubro en las laderas los restos de las terrazas que van descendiendo hasta el fondo..., siempre he creído que esto debió de ser una mina de rodeno o de yeso, a cielo abierto. Ahora la vegetación se ha adueñado y un apicultor ha dejado sus colmenas entre ese monte bajo de aromáticas, de areniscas rojizas, de bancales amarillentos, de vetas cristalizadas..., miro al frente, hacia arriba y veo los chopos grisáceos que flanquean la Font de l´abella. Aun están desnudos y encaro la rampa que me lleva hasta ellos..., uso el último piñón y voy ganando altura. Alcanzo la balsa y las ruedas pasan sobre el barro formado en el reguerillo que atraviesa el carril forestal. Virando a izquierdas y dando pedales bajo las montañas de roca que se elevan de color marrón a mi derecha, sigo bordeando la vieja explotación, contemplando sus colores como apagados, apenas sin contraste, sin pinar, sin árboles..., solo matorrales, arbustos, la hilera de colmenas allá abajo






Sin nadie pedaleando junto a mí, a la sombra de las colinas, ganando altitud y batiendo los pedales con calma, agradeciendo a mi organismo el placer de sentirme así de bien, por el placer de poder contemplar estos parajes con mis ojos..., virando a derechas, encarando otro suave repecho a poco mas de 500 metros de altitud y ya bajo el sol, sin paredes de roca interponiéndose entre el ciclista de montaña y sus haces ardientes..., girando a izquierdas y dando las ultimas pedaladas por una senda que se mueve entre coscojas que ocupan la estrecha trocha con sus recias y pequeñas hojas..., veo ya el mirador, hace tanto tiempo que no subía por aquí..., muevo el manillar hacia la rampa y corono sobre la terraza, resopló, echo pie a tierra y desmonto...,










...joder, que belleza, que serenidad, que calma, que placidez, que soledad..., aunque me da la sensación de que el entorno me mira...,pero pocas veces se lo que me quiere decir, a veces lo intuyo, lo percibo y un escalofrio eriza mi piel..., pero de un tiempo a esta parte algo me está pasando, mis estados de animo fluctúan demasiado, me encuentro muy débil y vulnerable ante los acontecimientos que se van produciendo en mi vida. Noto como me afectan, como me empujan al precipicio..., pero casi con la misma velocidad de esa caída libre vuelvo a recuperarme y así van pasando los días, las semanas, los meses..., voy trabajando, tratando de subsistir económicamente, viviendo con mis padres, viviendo la vejez de ambos..., a veces corriendo en el viejo cauce del Turia o pedaleando los miércoles que no llueve y los fines de semana que luce el sol y no soplan los vientos fuertes y fríos. Los sábados salgo con la Primigenia y llego a lugares como este..., pero no tengo tiempo de relajarme, de tranquilizarme, de dejar volar la imaginación un ratito. Tengo que volver al chalé, a levantar a mi padre y a ver como está mamá con su muñeca enyesada..., es la premura que me persigue, la ansiedad, esa dependencia, esa necesidad de estar ahí, con él, con ella..., es la premura que me persigue y que ni cuesta abajo dejo atrás..., bueno si, ahora mismo si.





He dejado el mirador y pedaleo hacia la cara norte, he subido por la sur y ahora se abre ante mis ojos otro hermoso perfil de cumbres cubiertas de pinar crecido entre bulbosas placas de rodeno, líquenes anaranjados cubren esa roca milenaria y descubro la pista bajando formando “eses”, lazos y curvas sobre las que vuelo, levantándome del sillín y apretando los muslos contra él...,




...sintiendo las vibraciones, la velocidad, el traqueteo del cuadro de aluminio, el giro continuo de los neumáticos, de los pequeños tacos que se van hundiendo en la tierra, deformándose contra la roca, erosionando los flancos con cada viraje..., noto como la bici parece flotar sobre la gravilla, voy sujetándola con los frenos, el cable trenzado tira de los puentes en “V” y las llantas se calientan..., sigo bajando, internándome entre esas montañas que desde el mirador parecían impenetrables, desapareciendo entre sus vallecillos, entre sus lomas..., sobre el camino de tierra que volviendo a remontar me guía entre los vericuetos de la Sierra Calderona, regalándome la visión de los estanques del barranco de la Gota, siempre los miro, siempre los veo y siempre sonrío..., me reconfortan esas pozas cristalinas, son los regalos del invierno, de las lluvias..., la pista forestal me dice que siga pedaleando, que gire a derechas y que levante la vista hacia las mismas montañas que veía antes...,ahora serpenteo entre ellas, jadeo ligeramente, aspiro sus alientos y sigo trepando otra vez a la sombra pero viendo un resplandor asomando por encima de esas cimas repletas de pinar, el sol emerge y mis pupilas se encogen tras las gafas de sol, giro a derechas, el sol cae sobre mi espalda y voy aflojando hasta que paro frente a la Font de Berro, desmonto y vuelvo a percibir la calma, el silencio, la ausencia de cualquier sonido provocado por homo..., salvo el crujido de la tierra cuando camino hacia el caño con el botellín en la mano.

Me siento en el murete de piedra y voy dando tragos, observando los peñascos forrados con musgos y líquenes, a los cactus que poco a poco van colonizando estas umbrías, escuchando el canto de las aves, sus llamadas..., me gustaría saber identificarlas. Viendo la inmovilidad de este paraje natural, percibiendo la ausencia de cualquier ritmo frenético, sintiendo el paso de los momentos como toda esa masa envuelta en cientos de gamas de verdes que puedo ver..., pero debo de continuar, es la premura, la ansiedad.

Monto sobre la Primigenia y sigo moviendo las bielas cuesta arriba, girando a izquierdas y de nuevo con el sol de frente..., resoplo y la cadena sube otro piñón, me relajo y pedaleo, pedaleo, pedaleo..., y sigo ganando altura, contemplando estas montañas, agachando la cabeza y viendo el camino sobre el que ruedo, a mis rodillas subiendo y bajando como un cigüeñal orgánico y portentoso..., me gusta esto y soy el más afortunado, estoy aquí, en la sierra, cerca del cielo, cerca de la Madre, cerca de la cima del Collado de la Moreria..., llego a la pequeña explanada y saludo a dos ciclistas cubiertos con ropa de color verde fosforito.

- Bon día... -murmuro.

Jadean, deben de acabar de llegar y me miran como preguntándose de donde coño ha salido el tipo ese disfrazado de indio..., doy pedales, bajo un par de piñones y la pista empieza a descender amarillenta y cubierta de gravillas, cambio al plato grande, vuelvo a pedalear y vuelvo a levántame, a sujetarme con los muslos..., es el descenso de siempre, los horizontes de siempre, azules y distantes allí abajo, en el Camp del Turia, más turbios y mas lejanos, brumosos y húmedos en el golfo de Valencia, el mediterráneo como plateado..., la frenada y giro a derechas, pedaleo y vuelvo a acelerar cuesta abajo, la Primigenia se estremece, mis antebrazos vibran, los muslos tensos, la espalda, los discos intervertebrales amortiguan los impactos y las señales nerviosas suben y bajan por el hueco oscuro y viscoso de esa espina dorsal que penetra en mi cráneo por su base..., miles de impulsos eléctricos que mi cerebro decodifica..., frena, frena, que vas pasado y viene curva a derechas.






Mis dedos se contraen, tiran de la maneta hacia mi mismo y el cable trenzado se vuelve a tensar, aumento la presión, el filamento se estira entre las fundas, se alarga, se estrecha y tanccc..., la maneta se va al fondo, me aplasto los dedos y las zapatas traseras se separan a pocos metros del giro, veo ese horizonte allí abajo, la pista se acaba y la rueda delantera se traba..., derrapa sobre la grava, se arrastra barriendo el camino, levantando una polvareda y tumbando de lado la bicicleta de montaña, la rodilla se estrella contra ese suelo, se desgarra la lycra, los dibujos tribales y la rotula se hunde contra el cartílago, se parten los ligamentos y el ciclista rebota sobre si mismo, se revuelca y su codos se golpean una y otra vez, el rodeno choca contra su rostro y el labio se abre en un sanguinolento desgarro, el casco se aplasta y el poliespan se deforma contra la cabeza..., vuelve a rebotar y la bici brinca un par de metros ladera abajo, el ciclista sigue dando volteretas, atravesando arbustos y matojos, matas de romero, de tomillo, de estepas que se tumban deshojando las margaritas azuladas.

Atardece y reconoce el color anaranjado, el fulgor encendido del ocaso llenando de calor las cimas más altas, percibe el silencio que precede a la noche y los primeros cantos de las aves nocturnas..., escucha el tañido de la Cartuja de Porta Coeli y los últimos soplos de la brisa que trepa desde el mar..., ve como esos rayos de sol murientes que parecían incendiar las montañas, se van apagando, como las sombras se alargan, como se desdibujan los perfiles, como el azul húmedo y frío tiñe esas cretas, esos picos, esas lomas, como se vuelven mas oscuras, mas negras hasta fundirse en la noche. Esta quieto, de costado, con la serranía frente a sus ojos, contra sus mejillas, contra su labios amoratados y vuelve a mirar hacia ahí, hacia ese roquedo en el que ya habian florecido los lirios azules de la Calderona,...,






...es la primavera, sus bulbos han estado todo el año bajo tierra, inmóviles, quietos, esperando la señal, dormidos..., como él, siente un escalofrio, llegan las sombras y cierra los parpados manchados de tierra y sangre..., nota al pequeño Cecil pegado a su pierna, lo percibe caliente y vivo, bajo la manta que cubre su cuerpo...

































































































lunes, 16 de marzo de 2009

PREMIOS SYMBELMINE.

Creo que este es uno de esos premios que se otorgan como simbólicamente, es un premio que se otorga sin mas jurado que uno mismo, sin coacciones, sin finalistas, sin medios de comunicación o de editores a los que vender nuestro criterio, sin dinero de por medio..., mi amiga Maleni, de “blogearporblogear” me ha propuesto entre otros candidatos a este premio, a este agradecimiento que se da a todos los que tienen un blog, a los que escriben sus emociones, sus pensamientos y sus preocupaciones sin mas animo que el de hacerse oír..., la mayoría de las veces a un universo sordo, lleno de estrépito y de noticias fugaces, de información a raudales, de influencias partidistas y mal intencionadas.

Me queda mucha blogosfera por explorar, realmente apenas si me he movido de mi prehistórico blog, pero de momento, ese poco que he conocido me ha gustado. Voy descubriendo la enorme diversidad de puntos de vista, de formas de pensar, de sentir, de creer..., aquí cada uno escribe o escribimos lo que nos apetece, opinamos, damos nuestro parecer, nos comunicamos, nos ayudamos..., imagino que habrán blogeros malos o insidiosos, como en cualquier sitio, pero repito, de momento aún no me he topado con ninguno de ellos.

Me pide Maleni que debo proponer a otros candidatos para este premio..., a pocos puedo proponer, aunque realmente son todos los que visito.

- Propongo a “Olocaudigital.com” Carlos desde su pequeño fortín en el pueblo serrano de Olocau lucha con su página local contra las corruptelas personales y urbanísticas que acechan al hermoso municipio y se defiende de los varios intentos que ha sufrido ya de sabotear su web.

- Propongo también a Noe, de “locurasdelanoe.blogspot.com”. Una ciclista infatigable que de la misma forma que pedalea escribe y escribe en su inmenso blog..., es tan grande que mi ordenata se atasca y normalmente tengo que salir de ahí con varios programas sin responder.

- Propongo también a Haruki, abogado y ciclista que desde divagacionesenmetb.bogspot.com entra a contarnos sus rutas y sus opiniones sobre una actualidad social y politica digna de critica y reproche.

- Propongo también a y como no..., a Maleni, con ella empecé a tortazo limpio virtual en el blog de Eduard Punset..., pero al final quedamos como amigos, “enterramos el hacha de silex que no de hierro...”, esta es una de sus frases memorables, de ella, de Maleni.

- Propongo a “chocolatebailable” de word pres, Ángela Says impregna su espacio en la red de azúcar, de salsa, del calor brasileño y cuelga sus post envueltos en letras de colores, en videos de samba, entre canciones de ritmos melosos

- Y como no podía olvidarme de África, desde su afrikapink.blogspot.com...,ella fué la primera a la que visité y sus coletas me hipnotizaron, después una fotografía de la Sierra de Espuña, montañas y nubes, el cielo azul...y ella relatando una pedalada.

Bueno, se me que dejo a gente en el tintero, espero que me perdonen.

Un saludo a todos y escribamos, contemos nuestras aventuras y penas, nuestras opiniones y nuestras fantasías.

jueves, 12 de marzo de 2009

3ª PARTE DE "12 HORAS DE MI VIDA"


- No te preocupes Jaime... -le tranquilizo- aunque la verdad es que me había hecho algo de
ilusión..., para que voy a mentir.

- A mi me pasa igual, cuando suena el telefono salto a ver si es un pedido..., pero mira. La verdad es que no se que hacer y me venido al despacho a sentarme un poco..., no se, a pensar que hacer -me confiesa en un tono aún alegre, aún esperanzado.

- Pues mira..., ya sabes lo que pienso de eso, nosotros no tenemos nada que ver con la que han liado los especuladores, los magos de la finanzas y los bancos..., creo que nosotros hemos hecho las cosas como siempre, trabajando a unos precios normales y sin enriquecernos con la jodida burbuja inmobiliaria.

- Eso está claro, Pedro..., pero la realidad es otra, hay pagos que hacer, la nave se me hecha encima y cuando salgo de aquí no veo un panorama mejor... me acerco al bar a almorzar y está vacío, las mesas desocupadas..., las pocas camareras me preguntan que como veo el asunto, noto que tienen miedo, imagino que porque si esto sigue así las echarán..., y no se como decirles que yo tampoco tengo trabajo.

- Mira Jaime..., yo tampoco se que hacer..., bueno hoy si que se lo que voy a hacer, hoy ha salido un solazo de puta madre y esta tarde me voy con la bici de carretera..., se que no es la solución, pero te lo repito, ni tu ni yo tenemos la culpa de esta crisis...,y bueno, si ahora tienes menos trabajo...,pues cierra antes y pasa mas tiempo con tus hijos, con tu mujer..., ¿o es que vas a ir a ofrecerte a las tiendas para que te estrangulen con los precios...?.

- No, no..., de salir a buscar nada, eso si que sería la ruina definitiva. La gente te aprieta con los precios y luego pretenden pagarte a los 180 días si es que tienen intención de pagar..., que esa es otra.

- Lo dicho Jaime..., tienes una mujer de bandera y un crío y una cría extraordinarios..., disfruta de ellos ahora que puedes... ¿O es que ya no te acuerdas de cuando empezamos a trabajar juntos, hace ya casi dos años..., en verano los hará, que tu móvil no paraba de sonar y tu ibas loco de aquí para allá sin tiempo para nada...?.

- Si, si..., que es verdad, pero no se lo que prefiero, Pedro, esa locura de trabajo o esta calma..., no me conozco aquí sentado en la oficina.

Escucho un pitido por el auricular, pero no es en mi telefono.

- Mira Pedro..., me están llamando..., a ver si es un pedido.

- Crucemos los dedos.

- A ver, pero bueno, ya hemos hablado un poco.

- Venga Jaime, nos vemos.

- Adiós Pedro

Me quedo con el inalámbrico en la mano y me siento extraño. Yo también me he sentado durante la conversación, en una silla recuperada de nuestro antiguo comedor. Las hizo mi padre y está sólida y recia como el primer día, el tapizado de polipiel ya se ha cuarteado y las cinchas de yute que sujetaban los muelles han cedido..., pero me sigo sentando sobre ella cuando me como alguna fruta o cuando hablo por telefono, sobre todo si llama Patricia, porque entonces la llamada se alarga y se alarga placenteramente. Y me siento extraño y raro en medio de este silencio, en esta soledad..., no se escucha el griterío de los niños en el patio del colegio, no llega ningún sonido a través de la cristalera del techo ni desde la calle..., solo escucho el zumbido metálico de la grúa que aún trabaja en la reforma del colegio, unos clankns, clankns..., cuando el operario la maneja desde el dispositivo remoto.

Sigo sentado y con una extraña angustia aflorando lentamente desde las circunvoluciones de mi cerebro..., nuestro brillante neocortex no puede evitar hacer predicciones, pensar en el mas allá, en los años que me quedan por trabajar..., si no muero antes y llenarme de inquietud. Sinceramente, no se hasta cuando podré seguir viviendo como lo hago..., este es un pensamiento que surge continuamente en mi mente y que me conduce a un estado anímico bajo mínimos.

Me levanto, dejo el inalámbrico en la mesa y echo un vistazo a la libreta de pedidos, esta llena de cruces rojas, de trabajo terminado pero aún no cobrado...,

...pero poco a poco a poco mis clientes, que son de toda la vida, van soltando los euros, menos una “enganchada” que tengo de 1500 que casi ya doy por perdidos. Pero peor lo tiene Jaime, hace un mes estábamos como hoy, charlando un poco por telefono cuando volví a oír otro pitido en el suyo.

- Mira Pedro, ahora está entrando un fax..., a ver si es de Salamanca...-aventuró, pero unos segundos después empezó a leérmelo en voz alta y noté como poco a poco su tono de voz cambiaba, como se le escapaba el aliento entre cada silaba, entre cada coma, entre cada palabra....

El fax era el anuncio de otra “enganchada”, 30.000euros de un cliente de Navarra que no podían pagar..., unas semanas después se de declaraba en suspensión de pagos y Jaime volvía a tener problemas para dormir, para poder sonreír.

Me encamino hacia la sierra de cinta, me pongo las gafas de protección y tiró de los gruesos radios de forja del volante superior para ayudarla en el arranque, acciono el conmutador y los imanes del motor eléctrico inducen el giro del bobinado, se hincha la tolva del aspirador y los dientes de la sierra comienzan a pasar tan rápido que dejo de verlos uno a uno, una corriente de aire esparce las motas de serrín y voy cogiendo los costados que ya tengo marcados a la medida exacta. Son las piezas que van de delante a atrás del sofá y el dentado impacta contra la madera, va arañando las capas de duramen, percibo una leve vibración en mis dedos y voy cortando por la raya de bolígrafo azul, una tras otra..., termino con la ultima, las cojo y dándome media vuelta las coloco sobre la mesa de apoyo de la siniestra “tupi”..., la máquina que mas accidentes laborales ha provocado en las carpinterías. Pero la mía esta “amaestrada”, solo la utilizo para espigar las piezas de una pasada, además tiene las fresas protegidas por una caperuza de aluminio y el mismo carro de arrastre también lleva incorporado otro sistema de protección, que diseñé yo mismo adaptándolo al trabajo que realizo, desde luego no está homologado por Industria, pero yo solo se que funciona. Es otra protección de madera y policarbonato, la primera mantiene las fresas escondidas y la segunda actúa durante el corte, impidiendo que las astillas salten hacia mis ojos, aunque siempre llevo las gafas de protección..., es curioso, mi cerebro a creado un circuito de seguridad, si no percibe la presencia de las gafas ante sus valiosos ojos, que es la ventana que tiene abierta al mundo exterior, mas allá de la oscura bóveda craneal, me incapacita para conectar cualquier máquina. Incluso me pongo nervioso cuando tengo que usar alguna y no encuentro las dichosas gafas, sin ellas no puedo trabajar.

Termino con la ultima, las cojo y dándome media vuelta las coloco sobre la mesa de apoyo de la siniestra “tupi”, encajo una de las piezas sobre el carro, bajo la mordaza y conecto la máquina..., una leve sacudida estremece el pesado y sólido chasis de fundición y el árbol comienza a girar, los dos discos dentados de widia zumban al provocar turbulentas corrientes de aire, empujo el carro y las fresas devoran la madera, pulverizándola, sacando astillas que desaparecen por el tubo de la aspiración y pequeñas virutas que salen despedidas fuera, rechinan las cuchillas y me traigo la pieza. Abro la mordaza, vuelvo a colocarla por el otro extremo y de nuevo tiro del carro hacia los dientes..., y así varias veces hasta que termino de “mechonar” todas las piezas, paro la maquina y otra vez a la sierra de cinta. Tengo que recortar alguno de esos mechones y después al otro extremo del local, a la mesa de montaje. Coloco la parte trasera del sofá sobre ella y voy poniendo cola en los agujeros que recibirán a esas espigas que acabo de hacer en la tupi, después a la parte de delante, ahora a los mechones y voy encajando los costados en los taladros. Cuando los tengo todos puestos vuelvo a coger la parte delantera y la alzo por encima de mi cabeza...,visualizo mis hombros, mis tendones y durante unos instantes permanezco en esa posición tratando de encarar los agujeros con las espigas...,lo dejo en equilibrio, cojo la maza de goma y voy golpeando de un lado a otro hasta que consigo trabarlos todos, apoyo el sofá ya presentado y voy colocando gatos, apretando poco a poco, ayudando con algún golpe de maza...,la cola rezuma por las juntas y compruebo las escuadras y la “punta”, que es la medida de un lado a otro del rectángulo..., debe de ser igual de un lado que del otro. Me giro hacia mi derecha y apartó un trapo que cubre algo sobre una mesa auxiliar..., ante mi aparece la pistola grapadora, la sujeto por el mango, conecto el aire comprimido y apoyo el cabezal contra el sofá, apreto el gatillo y..., pam, pam, pam, pam..., la lengueta de acero va hundiendo en la madera las grapas de 4 centímetros de longitud, asegurando las piezas, trabando todo el armazón, reforzándolo con escuadras, con tirantes..., termino y durante unos instantes la observo sujetada por mi mano, mantenida en vilo por mi antebrazo tensado..., si no fuese por ella ya me habría arruinado hace unos cuantos años..., desconecto la manguera del aire, la dejo sobre su soporte almohadillado y la cubro con el trapito.

Hace unos cuantos años mi padre y yo trabajamos para otro “esqueletero”, un industrial al que no le venia muy bien sacar modelaje o fabricar pedidos unitarios, realmente ese era nuestro terreno y recuerdo que en una de mis visitas, estuve charlando con su hermano, que también es ciclista. Yo le observaba, estaba preparando patas para los sofás, rematándolos con ayuda de la pistola grapadora, por entonces nosotros no la teníamos, aún usábamos los clavos y el martillo. De vuelta a nuestro taller le comenté a mi padre lo de la pistola y el contesto desde el asiento del acompañante, hace mas de nueve años.

- Si yo ya pedí una..., pero como no vinieron.

Y era verdad, entonces lo recordé. Un año visitamos la feria para maquinaria de la madera, estuvimos viendo las pistolas y el comercial se tomó nota de nuestra dirección..., pero nunca apareció, nosotros tampoco insistimos, no le teníamos mucha fe, de hecho, ver grapas en un armazón de sofá siempre lo asociábamos a mala calidad, a un trabajo barato y de “batalla”, como se suele llamar a los esqueletos fabricados con tablero aglomerado. Pero nada mas llegar a la carpintería hice un par de llamadas y al lunes siguiente se presentó un joven comercial, de pelo rizado, algo rubio y de aspecto franco. Le ayudé a descargar el compresor, lo metimos en el taller y lo conectó, el motor eléctrico comenzó a girar y a arrastrar una polea que al tiempo accionaba el cigüeñal del pistón que poco a poco iba comprimiendo el aire en el calderín de 100 litros..., recuerdo que sonaba con un timbre metálico.

- Ahora hace mas ruido porque está completamente vacío -nos explico Enrique, mientras sobre la mesa de montaje dejaba dos cajas de cartón. Las abrió y nos mostró las dos pistolas neumáticas. Una clavadora que me recordó a un subfusil Thomson, por su voluminoso cargador de tambor y la grapadora, de aspecto más estilizado y manejable.

Recuerdo aquella estrecha manguera amarilla en espiral..., Enrique acopló un extremo a la salida de aire del regulador y el otro al mango de la clavadora..., el compresor enmudeció y el comercial nos miró.

- Ya está..., lista para trabajar, toma...

Mi padre observaba curioso, sin decir nada y yo cojí la pistola, apoyé la lengueta contra un trozo de haya y apreté el gatillo..., ¡pam...! y un clavo atravesó la madera limpiamente.

- ¡Hostia....! -murmuré- que cebollazos da esto, joder.

- A ver..., déjame a mi -rogó mi padre.

El hombre se abrió paso entre nosotros y la empuñó con las dos manos.

- Apoye y apriete para que se hunda el seguro -le explicó Enrique.

El viejo ebanista cabeceó y apoyó el pistolón, apretó el gatillo..., ¡pam...! la clavadora reculó y otro clavo volvió a atravesar la madera..., con tan solo el esfuerzo de su dedo índice..., dejó la máquina sobre la mesa y observó la cabeza de la punta hundida en el haya. Habría necesitado bastantes martillazos para hacer lo mismo, tantos que ya tenía la muñeca derecha deformada. Muchas noches, cuando se sentaba en el sofá después de cenar, se sujetaba esa muñeca derecha con la izquierda, tratando de darle calor, de mitigar ese dolor.

Per no nos quedamos con la clavadora, era demasiado pesada y voluminosa, después probamos con la grapadora y esa si nos gustó, era mas ligera y estrecha, se podía manejar entre los huecos de los sofás y para cambiar de grapas era mucho mas rápido y fácil. Mi padre aún la usó bastante y no me imagino lo que debió pensar entonces..., tantos años dando golpes con el martillo y yo también, tantos años sin asomar la cabeza fuera de nuestra propia carpintería, yo imitando sus gestos, sus movimientos..., incluso su forma de pensar. Hasta que en algún momento empecé a intentar tomar decisiones, a tratar de aplicar mis puntos de vista..., entonces llegaron los problemas con mi padre, tantos que la tensión iba en aumento. Nuestro trato se iba degradando pero él se aferraba al timón como un capitán terco y viejo..., fui incapaz de imponerme, de apartarlo de la carpintería y tuvo que ser el infarto cerebral quien me diese la oportunidad de llevar por mi mismo el pequeño taller de esqueletaje. Y voy a confesar que después de cinco años, alguna vez sueño que mi padre se repone por completo de las secuelas y baja por su propio pié al taller...,entonces me invade angustia y una congoja que desaparece cuando me despierto sobresaltado en medio de la noche..., entonces levanto un poco la cabeza y veo su cama motorizada junto a la mía, le veo con la boca abierta y las encías hundidas, roncando, durmiendo..., entonces me acurruco bajo las sabanas y trato de seguir durmiendo, no sin antes preguntarme que estaría ocurriendo ahora mismo de no haber sufrido aquel ictus.

Y una de esas decisiones que conseguí imponer fue la de la compra de la del compresor y la grapadora, después llegó el turno a la aspiración. Coloqué aspiradores para todas las máquinas y eliminé los montones de recortes de leña. Ahora mientras voy cortando hecho los retales a sacos de plástico, barro continuamente la sala de maquinas y la de montaje..., tanto que mas de un cliente me ha preguntado “si es que no tenía trabajo...” al ver el suelo limpio de serrín..., han cambiado muchos aspectos de esta pequeña carpintería, de este taller, como siempre la hemos llamado en casa, incluso el trato con los clientes, que eran los de siempre, eso también cambió.

Tacatat, tacatat, tacatat, tacatat..., coño, el móvil, suena como el repiqueteo de un pájaro carpintero. Le echo un vistazo y reconozco el telefono de casa, debe ser mi madre avisando de que mi padre quiere hace de vientre. Cuelgo, salgo del taller y me encamino calle arriba, acelerando el paso y mirando hacia las alturas, por encima de las azoteas de los edificios y sonrío contemplando un cielo que cada vez resplandece más, sin nubes, algo fresco pero con el viento encalmado..., bueno, esa es una predicción arriesgada, pero me fijo en la ropa tendida allí arriba, en esas terrazas y la encuentro pendiendo sin moverse.

Llego hasta el portal, abro y me encuentro saliendo del ascensor a Manuel, es el padre de la vecina de abajo. Es un hombre bajito, de tez bronceada y aspecto saludable. En su rostro anguloso adivino los mismos rasgos que ha heredado su hija.

Hasta hace unos meses tenía una relación escasa con él pero un día me vió subir a casa con Nortón..., noté como se le iban los ojos detrás de mi galgo bardino..., me miró sorprendido, con un leve temblor en los labios y después volvió a mirar la escurrida silueta del lebrel subiendo las escaleras.

- Que animal mas hermoso tienes..., yo tenía uno igual en el pueblo -me confesó volviéndose hacia mi.

Me contó que un camión atropelló a su galgo..., y que ya no tuvo ánimos de coger otro, pero que le encantaba salir a correr las liebres..., me preguntó si también yo era cazador, le contesté que no pero que también me había aficionado a correr a los conejos entre los pinares del chalé de mis padres y que de momento Nortón no había conseguido cobrar ninguno. Manuel sonrió y volví a ver ese brillo nostálgico en sus ojos..., desde entonces siempre charlamos, hablamos de Nortón, de Cecil, de Mía..., y de su nieto Manel. Me contaba que desde que murió su mujer y desde que ya no conduce casi no va por Manzaneruela, una aldea que pertenece a Landete, un pueblo de Cuenca. Hecha de menos aquella vida, la libertad de ir y venir, el placer de salir al monte con su perro. Ahora vive con su hija y su suegro y cada vez que nos cruzamos me mira de esa forma peculiar, como si yo compartiera algo con él, yo un tío de ciudad..., imagino que la juventud perdida, la compañía de un lebrel bardino..., no lo se, pero veo que la vejez nos arrincona, nos vuelve débiles y poco a poco vemos como nuestra actividad se aleja de aquello que nos apasionaba, la existencia parece vivirse de otra forma y nuestra mente se va adaptando...

- Buenos días, Manuel.

- Buenos días, Pedro..., ¿a levantar al padre...?.

- No..., a ponerlo a hacer de vientre, me ha avisado mi madre.

Mi vecino ladea la cabeza y aprieta los labios, por unos instantes imagina algo.

- Pues hala, que el padre es lo primero... ¿y el galgo...?, ¿ya te ha cogido algo...?.

- No, no y desde que tengo a la perrita me lo ha distraído, ahora corren y corren como diablos..., pero de cazar nada, aunque si ven alguno si que salen detrás a toda leche.

Ahora vuelve a sonreír..., creo que imaginando sus andanzas, sus correrías por el pueblo, entre los campos de vid, entre los sembrados en barbecho o recién segados.

- Aún son jóvenes..., voy a ver si compro pilas, que le he comprado al chiquillo unos juguetes y creo que no hay bastantes.

- Muy bien..., venga, hasta luego.

Se despide con la mano y le veo bajar las escaleras desde el ascensor hasta el patio, con cuidado pero aún con soltura. Subo a pié, como siempre y entro en casa.

Mi padre gira la cabeza y después señala la silla de ruedas con la barbilla.

- Que no me aguanto..., corre...

- Ya, ya...

Coloco la silla junto al sofá y sujeto a mi padre por las axilas, flexiono mis piernas al tiempo que me dejo caer hacia atrás y nos levantamos, giramos en sentido contrario al reloj y con mi izquierda traigo la silla hasta que toca sus piernas, le bajo el pantalón y los calzoncillos largos sin soltarlo y lo siento. Me agacho para bajar los estribos y él mismo se coloca el pie izquierdo, pero para subir el derecho tengo que empujar su corva hacia arriba con mi mano izquierda y con la derecha plegar su rodilla..., percibo el gruñido del cartílago sobre el hueso..., en la sensitiva palma de mi mano y empujo hasta colocárselo en el soporte. Me pongo detrás del respaldo, adelanto una de mis piernas ligeramente, vuelvo a sujetarlo por las axilas y tiro de él para retreparlo. Vuelvo a pasar delante, le aparto la mano inmóvil con cuidado y termino de apartar el calzoncillo.

- Mear, mear...

- Joder ahora voy..., que no puedo hacerlo todo a la vez.

- Bueno, bueno...

Salgo del comedor, envuelto en los tonos amarillos y en el luminoso reflejo del sol en las medianeras blancas de algunos edificios y recorro el pasillo casi a oscuras, veo la puerta al final y una diminuta silueta sale del pequeño dormitorio de mi madre.

- Cecil...

El pequeño pinsher se encarama sobre mis piernas, percibo la leve presión de sus patitas en mis espinillas, lo cojo, agacha las orejas y me lame la punta de la nariz, me da besitos..., me asomo a la habitación y veo a mi madre sentada en la cama.

- Te ha hecho levantar el papá para que me llamaras ¿no...?.

- Si, para ya estaba despierta.

- Bueno..., voy a llevarle el orinal.

Ella afirma con la cabeza y voy a mi habitación con el pequeño Cecil en brazos, cojo la calabaza y regreso al comedor..., de nuevo esa luz, mis retinas contrayéndose después de recorrer el pasillo en penumbra.

- Venga Cecil, al suelo...

Lo dejo junto a la silla de ruedas pero enseguida corre hacia el puf, salta sobre él y después al sofá de tres plazas, de ese al de dos y se sienta en el sitio de mi padre.

- Papá alguien te ha echado un hechizo y te has convertido en cánido.

- Va, va...-protesta agitando su único brazo útil- que me meo..., coño..., y ahora..., me vas a tocar después de tocar..., al perro.

- “Pos” claro.

Me inclino sobre sus genitales, bajo un poco más la cintura del pantalón y coloco la “calabaza” apuntando la boquilla hacia su pene, aparto la mano inmóvil y él mismo, con la izquierda se la encara contra la piel arrugada que cubre su glande.

-No te equivoques que te estas metiendo un huevo en vez de la “picha” y luego te meas fuera, coño.

Mi padre se ríe..., es el chiste de siempre, pero él siempre se ríe. Giro la silla hacia la televisión y le preparo un vaso de agua, se lo bebe entre remilgos y vuelve a mover su brazo izquierdo mientras traga.

- Hum, hum, hum...,

Me está pidiendo el mando a distancia..., Cecil observa mis movimientos, ve como se lo doy y me mira vivamente con sus ojos negros.

- ¿Nos vamos...? -le preguntó.

Y Cecil salta del sofá, pasa por debajo de la silla y me muerde la pernera del pantalón, gruñe, suelta y corre hacia el recibidor, derrapa con las patitas traseras, da un salto en el girando sobre si mismo y ladra un par de veces.

- Dentro de media hora subo.

Mi padre afirma con la cabeza y la pantalla de la tele se van sucediendo los canales. Abro la puerta y Cecil sale disparado al rellano, estornuda..., siempre estornuda cuando sale de casa y se lanza escaleras abajo, le doy un par de vueltas a la cerradura y bajo tras él. Me encuentro al pequeño pinsher encaramado sobre el cristal, salimos a la calle y enseguida empieza a olisquear las paredes, el suelo, los orines de otros perros..., vuelvo a caminar calle abajo y distingo dos siluetas en la puerta del taller..., paso a paso me voy acercando, recorriendo la misma calle otra vez, levantando la vista hacia el cielo para asegurarme que el sol sigue ahí, aunque no lo pueda ver, pero si su luz iluminando los áticos y la parte alta de las fachadas.

Ya reconozco esas siluetas, una de ellas es Pepe, un vecino y amigo que me hace compañía en la carpintería y que soporta mis penas, llantos y chistes, mis neuras y mis delirios..., mientras me hecha una mano. Yo también le escucho, como cuando me confiesa que se siente como un inútil desde que un accidente laboral le provocó la rotura de los tendones del hombro izquierdo..., pero la fatalidad no quedó ahí y tratando de arranca la mula mecánica del pueblo se rompió los del derecho. Pepe ya no trabaja, está prejubilado y es su mujer la que madruga todos los días..., y quien le acompaña es bastante mayor que él, sujeta un atillo de varas de maderas nobles y también mira hacia arriba cuando me ve hacerlo.

Sonríe desde su rostro amigable, redondito y apenas cubierto de algunos cabellos canos, del mismo color que el bigotito estrecho que corretea por encima de sus labios ya marchitos y finos. Pepe ostenta un bigote a lo Emiliano Zapata.

- ¿Qué tienes miedo de que llueva...?, bon día, Pedro -me saluda Paco Tórtola, el viejo ebanista retirado, amigo de mi padre.

- Hombre, pues si..., es que está tarde me quiero marchar con la bici.

Paco sonríe y cabecea, el también le daba a la bici..., me mira con los ojos antiguos, con las retinas que tantos impulsos nerviosos han enviado al cerebro..., con los ojos del que ha vivido todo lo que uno empieza a vivir.

- Toma, esto para tu padre..., esta bien, ¿no...?.