Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

jueves, 28 de octubre de 2010

LA CAIDA..., en "Run-run Zing, diario de una pequeña custom 125".

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La rotonda de cristal, la luz roja, el instinto.

Crash….¡¡¡, el impactó resonó por el interior del caso, durante décimas de segundo imaginé mi sien resquebrajada contra el cristalino asfalto de la rotonda, imaginé mis pómulos hundidos y la mandíbula fracturada…, , pero era el casco integral de la autoescuela el que cubría mi cabeza y no mi estiloso jet Vintage. Después vi a la moto caída sobre su costado izquierdo, resbalando, arrastrando sobre ese asfalto que reflejaba la luz de un sol tímido, casi gris…, de la fresca mañana. Me sorprendió como se deslizaba sin parar hasta que quedó quieta, inmóvil y muda en medio del amplio circulo repleto de semáforos y de coches que se habían quedado petrificados ante el deslizar de la naked verde y blanca, sin piloto

Cuando levanté la cabeza reconocí la cara del monitor frente a mi.

- ¿Estas bien, Pedro…?.

A través de la visera pude ver la preocupación en su rostro, alrededor de esos ojos azules que asomaban bajo unos parpados algo caídos.

- Creo que si.

Me ayudó a levantarme, me dolieron las rodillas y me tranquilicé al poder mantenerme en pie…, pero en medio de un temblor y de una asfixia, de una falta de aliento que comenzaba a llenarme de angustia.

El alumno que nos acompañaba en el coche recogió la moto y nos apartamos.

- ¿Qué te ha pasado, Pedro…?.

Antes de responder volví a ver en mi mente las luces rojas del semáforo a la salida de la rotonda y después volví a oír el golpe en el casco cuando la rueda delantera deslizó aprisionada por las pinzas de freno.

- No se, imagino que demasiada información en poco tiempo…, he visto las luces rojas y supongo que he frenado bruscamente con el delantero.

- ¿Y como estas, quieres subirte al coche…?.

- Estoy que me tiemblan las piernas pero si no termino la práctica no se que pasará.

- ¿Seguro que quieres seguir, Pedro…?.

- Si.

El sueño.

Hace unos días soñé que conducía una moto que no era Run-run, iba con un compañero al que tampoco reconocí en el sueño. Conducía una “R”, una de esas motos de carretera, carenadas y rápidas como galgos…, nada que ver con mi pequeña custom.

Daba una curva muy amplia sin ir demasiado deprisa cuándo empecé a encontrarme con piedras que habían caído de un camión bañera, vi como mi compañero caía, yo esquivaba unas cuantas y al final también chocaba y me iba al suelo. Antes del primer golpe era capaz de decirme a mi mismo, “tranquilo, sentirás el primer golpe, después serán tantos y tan seguidos que ni te enterarás, después a esperar a que alguien llame a la ambulancia con un móvil y ya está". Sentí el primer revolcón, otro, otro…, hasta quedar inmóvil sobre un campo. Pasaron los minutos, pasó el tiempo…, y volvía a hablarme, " aquí no viene nadie, habrá que levantarse por uno mismo…”, lograba incorporarme sin demasiado dolor, sin demasiadas heridas salvo en los pies…, las botas habían desaparecido lijadas y asomaban mis esperpénticos dedos de los pies algo magullados y sin rastro de las punteras y ni de los calcetines.

Terminé la practica y cojeando monté sobre Run-run, me puse el casco jet Vintage y durante unos metros rodé tras el coche de la autoescuela y del alumno que pilotaba la naced que yo había usado antes.

Suspiré y aceleré, cambié a segunda, volví a acelerar y cambié a tercera…, las rodillas me iban doliendo mas, el tobillo también…, pero volvía a montar, a ir en moto pero lamentándome de que esa tarde y en unos cuantos días no podría montar ni en la Flaca ni en la Bicipalo…, incluso temí por el encuentro del día 31 en Cocentaina.

domingo, 17 de octubre de 2010

A PEDALADAS HASTA PORTA COELI, EL CAMINO DE LAS CANTERAS, DONDE JONATHAN.

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No queda mucho espacio para ver el cielo desde mi calle en Valencia, pero levanto la cabeza y lo veo luminoso, con nubes que navegan y que a veces ocultan el sol, que a veces se vuelven grises y plomizas como las de ayer pero que no llegan a deshacerse en lluvia, ellas siguen navegando y vuelve a asomarse el sol…, no lo dudo más y decido sacar a la Flaca de su rincón en la carpintería y montar.

Pasan unos minutos de las tres de la tarde, el sabor del arroz al horno aún inunda mi garganta pero después de un día de lluvia encerrado en el piso tengo ganas de salir a rodar…, monto y recorro la calle sin prisas, virando al final a izquierdas, de nuevo a ese lado…, sigo pedaleando, atravieso el viejo cauce del Turia convertido ahora en un serpenteante vergel, repleto de pinos, de palmeras, de chopos, de arbustos, de rincones húmedos y verdes, a menudo silenciosos y solitarios. Ya sin vegetación de ribera, ya sin las aguas transparentes de ese río que atravesaba la ciudad hasta el mar y en el que pescaban desde barbos hasta rollizas anguilas, muy cerca de mi barrio…, algo que aún me sigue pareciendo extraordinario, casi increíble. De mi infancia recuerdo el viejo cauce del río como una tierra peligrosa, aún puedo ver el agua resbalando por el azud y a Juan Antonio, uno de mis amigos, el mas audaz y valiente, lo recuerdo delgado, de piel morena y muy ágil…, era capaz de caminar sobre el verdín sin resbalar, era capaz de trepar entre los sillares de los altos muros que encajonaban el río pero que fueron insuficientes para contener la brutal riada del 57, aquella inmensa ola de lodo saltó los pretiles inundando muchos barrios de la ciudad. No la viví, tan solo recuerdo el cauce del río como una especie de acequia maloliente, de aguas turbias, de riberas sucias y ocupadas por altos macizos de cañas. Mi padre solía cortar algunos manojos y después, en la carpintería las limpiaba, las enderezaba sometiendo sus fibras al calor de las cenizas, después la seleccionaba por calibres, remataba los extremos con cilindros de latón…, y finalmente pescaba con ellas en el Puchol o en el Perellonet.


En el despacho de la carpintería aún quedan algunas de ellas, puede que por eso, siempre que pedaleo junto al barranco del Carraixet me hipnotiza la visión de esos mares de cañas.

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Y las tengo ante mis ojos, poco a poco voy aflojando la pedalada después de atravesar el nuevo polígono industrial de Bétera, llamado de L`Horta Vella, después de salvar un par de rotondas y después de que los nuevos viales me hallan conducido hasta el barranco. Echo pié a tierra frente a uno de esos macizos y observo como el viento de levante, el mismo que hinchaba las velas en los lienzos de Sorolla, el mismo que secaba aquella ropas al tiempo que el salitre se entrelazaba en sus hilos…, mueve las largas y estrechas hojas, puedo escuchar como rozan entre si, como chasquean y como sus espigas se comban soltando pequeños hilos que vuelan sin que nadie los vea…, mas allá descubro las conocidas cumbres de la Calderona como azules y otras verdosas y mas vivas bajo los haces de un sol que se asoma caprichoso cuando las nubes dejan algún hueco, cuando se separan durante unos instantes y puedo percibir su luz calida, pero ya algo débil, ya mas tímida, como las ultimas llamas de un fuego que languidece con los días mas frescos, cortos y húmedos del otoño recién llegado.

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No puedo evitar contemplar emocionado el barranco, esa rambla, ese lecho repleto de cantos rodados, de bancos de arena, de manchas enormes de guijarros…, entre matas de baladres y otros arbustos cuyos nombres desconozco, pero veo vida ahí donde la naturaleza tajó como una cicatriz, como un enorme reguero por el que periódicamente corre el agua embravecida, fugaz, rojiza, teñida con el rodeno y la tierra roja arrancada a la sierra Calderona cuando las lluvias torrenciales descarnan sus laderas…, durante miles y miles de años. Me hipnotiza ese río inmóvil, mudo, sus burbujas ni remolinos, sin truchas ni barbos nadando a contracorriente, sin eclosiones de insectos al atardecer, sin las inmersiones audaces y fascinantes de los martines pescadores…, como ocurre aguas arriba en el Turia. Veo un lecho ahora seco pero lleno de vida, la intuyo bajo sus piedras, entre sus arenales y a veces, como este verano, sobre alguno de sus enormes cantos rodados. Descubrí la silueta del conejo sobre unas de esas piedras, quieto, inmóvil ante los primeros resplandores del sol…, sonreí al haber descubierto su pequeño y sutil perfil, encogido y orejudo, mientras daba pedales sobre la Flaca, me imaginé caminando por el lecho junto a Norton, me imaginé el lance imposible del conejo huyendo y de mi medio galgo lanzado a la carrera sobre esos lechos pedregosos del hermoso barranco de Carraixet, a veces imagino esas mismas carreras en alguna llanura manchega, a veces me imagino a mi mismo caminando sin mas destino que el de la siguiente liebre, del siguiente episodio de mi vida…, y sigo pedaleando hacia ella, hacia la Sierra Calderona, salgo a la altura de la antigua caseta de la Cruz Roja y voy remontando el suave repecho que lleva hacia la base de la OTAN, alcanzo la rotonda, viró hacia Porta Coeli y pedaleo sobre la vía de servicio, a la altura de la base me salgo a la carretera y la brisa marina parece empujarme, noto como la Flaca se mueve con facilidad y observo los campos de naranjos a mi derecha, el bosque mediterráneo a mi izquierda, tras las alambradas. Un bosque casi virgen de algarrobos y pinos, de matas de esparto que forman como planicies doradas, de espesas coscojas…, escucho el graznido seco de las urracas, la rodadura de las estrechas ruedas, la resonancia del carbono…, y siempre es así.

La carretera se alarga, traza suaves curvas…, ya no hay coches aparcados, ni semáforos, tampoco las fachadas de los edificios ni vías del tren que cruzar…, ya dejé atrás las calles de Burjasot y Godella, la ciudad…, ahora echo una mirada a los caballos del picadero, la misma brisa me trae el olor peculiar y durante unos instantes mis ojos se encuentran con los suyos, me gusta…, y sigo dando pedales tranquilo, remontando, dejando el firme bueno justo a la altura del desvío hacia el sanatorio y rodando sobre el asfalto bacheado y ondulado que sigue ascendiendo hacia Porta Coeli, hacia la Cartuja, hacia el camino de las Canteras. Son las raíces de los pinos las que abomban la carretera, de los mismos pinos que crecen junto a ella y que me relajan. Las lomas y cimas de la Calderona están ahora mas cerca, han cambiado sus formas y veo con mas detalle sus vallejos, sus umbrías, sus cortados, su vegetación que vira a verdes vivos o verdes apagados cuando las nubes se interponen ante el sol vespertino.

Voy aminorando y paro en el aparcamiento del Pla de Lucas, no hay nadie y el silencio me llena de calma, solo escucho el viento, el canto de alguna avecilla o de nuevo las voces roncas de las urracas saqueando los contenedores de basura…, pero el lugar rezuma calma, paz, tranquilidad…, es tan distinto a la ciudad que acabo de dejar y me vuelve a sorprender el hecho de que sea tan fácil salir de la urbe y asomarte a la naturaleza dando pedaladas, una tras otra, sin hacer ruido, sin contaminar, usando tu propio cuerpo, sintiéndote con fuerzas suficientes para rodar relajadamente…, tan solo anhelando este premio, este sosiego, estas visiones.


Vuelvo a montar, giro a derechas y ruedo ya sobre el Camino de las Canteras, la luz filtrada por las nubes inunda el asfalto, un asfalto que antaño estaba sombreado por los pinos que lo flanqueaban…, ahora, solo veo sus tocones aserrados, los restos de virutas esparcidos por el suelo desbrozado, veo sus troncos apilados, muertos, desprovistos de sus ramas, mudos, sin que la brisa los haga hablar. Veo las laderas desnudas tras el desmonte, tras los cortafuegos abiertos en otro intento político de demostrar al público que la Calderona importa…, política efectista pero torpe y ciega. No puedo evitar pensar en la multitud de lugares casi inaccesibles de esta serranía en la que habitan endemismos valiosos, en la que se refugia la fauna mas valorada…, en esos encalves no se ha hecho anda, no se han abierto cortafuegos que es donde los fuegos corren y mas daño hacen…, pero claro, si esos trabajos se hubiesen realizado en el corazón de la sierra nadie los habría visto, el padre de familia que viene a pasear al Pla de Lucas, con su mujer y sus hijos no lo habrían visto, pero si que ven los enormes cortafuegos abiertos a ambos lados de la carretera…, mejor no seguir pensando en la estupidez y en la inmoralidad sin limites de quienes nos gobiernan, mejor volver la vista al bosque que vuelve a asomarse al Camino de las Canteras, aquí aún no han llegado las motosierras, lo harán en unas semanas, me imagino.

Ruedo en silencio, a solas…, incluso la rodadura sutil asemeja un estruendo en medio de esta calma, sigo remontando, clack, clack, clack…, subo coronas para trepar por encima de las viejas naves de usadas para el cultivo de champiñones, voy remontando y echando miradas a mi derecha, se ve e llano allí abajo, algunos islotes de sol, algunas brumas, el cielo como emborronado y siento de frente el viento marino.

Después el breve descenso, suspiro, recupero el aliento y me tumbo en los virajes sin pedalear…, no tengo prisa, me siento bien…, y entro en la garganta, en el húmedo estrecho, en el pequeño cañón en el que crece el musgo, los líquenes, en el que los pinos y los cortados ocultan para siempre la luz del sol…, recuerdo como el hielo y la nieve se acumuló el invierno pasado sobre los viejos y pequeños pretiles de rodeno del puentecito, allí resistió la escarcha la amanecida y me obsequió con destellos, con brillos aquel domingo invernal.

Encaro el último repecho, me levanto del sillín y pedaleo relajado, aprovechando para estirar un poco los músculos, para relajar la espalda baja, ruedo pegado a los taludes rojizos, teñidos por el rodeno, veo la pinocha caída, los rugosos troncos del pinar, esos chalets silenciosos, cobijados a la sombra del bosque y de la propia montaña, encaramados en sus laderas y como adormilados con los primeros frescos otoñales. No hay nadie tomando un café en sus terrazas, no hay nadie barriendo esa misma pinocha y el agua de las piscinas esta quieta, tan solo movida por la brisa del mar que hasta aquí remonta briosa a partir del mediodía, jornada tras jornada, día tras día…, hasta que llegan los vientos del norte que soplan de tierra adentro hacia el mar.

Conozco a unos de los dueños, son vecinos de Valencia y ya están mayores, Vicente aún conduce…, pero es el ciclo natural, casi como el de las estaciones, pero en homo no se repiten, nacemos en la primavera, crecemos y vivimos en el verano, en el otoño maduramos y somos capaces de ver en la distancia, también somos capaces de volver esa mirada hacia atrás y de ver nuestras vidas pasadas…, y en el silencio invernal nos calmamos, buscamos ese rincón seguro, la ultima brasa, el ultimo carbón antes de regresar a ella, a la Madre Tierra.

Corono el alto, suspiro y vuelvo a dejarme caer, cambio al plato grande, percibo el traqueteo del asfalto resquebrajado y roto por las heladas, voy trazando las curvas, percibiendo ya el aroma de la leña quemada escapando por alguna chimenea y enfilo la recta que lleva a la carretera, veo la señal de STOP convertida en un santuario, veo su foto, su imagen…, aminoro y paro frente a ella, frente a la imagen de Jonathan. Después aún descubro sobre el asfalto una mancha oscura, irregular, alargada, envuelta por el trazo de un spray plateado…, sus amigos le recuerdan.


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De nuevo vuelvo a mirar la fotografía de un jovenzuelo que no tenia ni dieciocho años, veo sus rasgos finos, sus facciones suaves, aún por madurar, aún por reflejar los problemas y los pesares de la edad, veo la imagen de la ilusión, de las ganas de pedalear, de competir, de gozar de las bicis y de los amigos. De esos amigos de la peña Btt La Pajara de Xirivella que lo acogieron como al hijo de todos ellos…, me contaron después que algunos de ellos no pudieron soportar el golpe de la muerte, que se hundieron sintiéndose culpables por haber pedaleado junto a él, por haberle contagiado la pasión por los pedales, por el asfalto, por la tierra de las pistas forestales cuando hacían montaña…, también la pasión por la vida, pero la muerte es inasumible, la muerte así, violenta y artificial te rompe el corazón, te golpea profundamente y te lanza al abismo.

Alguien ha hecho una pequeña bicicleta con hilo de cobre y la ha dejado ahí, alguien ha colgado un par de crucifijos…, incluso la brisa parece dedicarle un recuerdo en medio de este silencio, murmura entre las ramas de los pinos…, yo la escucho, percibo el silencio, trato de vivirlo, de no olvidar este momento. La imagen de Jonathan permanece ahí, junto a los viejos olivos silenciosos y con sus troncos cubiertos de musgo…, en un lugar hermoso, entre el paso silencioso y continuado, a veces espaciado de ciclistas, algunos jóvenes como lo fue él y otros viejos y cansados pero que no dejan de hacer el Camino de las Canteras, que no dejan de subir al Oronet o al Garbí, que sienten que cada año les cuesta mas pero que saben que cada año puede ser el ultimo…, y posiblemente alguno de ellos mire a Jonathan como lo estoy mirando yo en estos momentos y diga murmurando envuelto en su propia soledad.

- Si era un xiquet.

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Y volverá a pedalear lentamente, sintiendo sus rodillas entumecidas y la espalda anquilosada, recordando a otros compañeros que también dejaron sus vidas en la carretera hasta que las rampas le hagan jadear y se incline hacia el manillar en un ultimo esfuerzo por vivir, por coronar…., una vez mas.



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martes, 5 de octubre de 2010

PAI "LOS PINARES-EL BRUCAR", UNA NUEVA MASACRE URBANISTICA JUNTO AL PARQUE NATURAL DE LA SIERRA CALDERONA.


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    Hace unos siete u ocho años, puede que menos…, se convocó una reunión de propietarios en la parcela social de la Urbanización Los Pinares de Bétera, la sombra de los canallescos y ruines PAI planeaba ya en el ambiente pero fue el conseller de urbanismo del ayuntamiento de Bétera el que tomó la palabra y nos dijo literalmente.
    - Si ustedes no forman una AIU y se urbanizan a si mismos descuelgo el teléfono y en unas semanas media docena de agentes urbanizadores estarán presentando al ayuntamiento un PAI sobre Los Pinares…, ustedes sabrán.
    El miedo no atenazó y finalmente se formó esa AIU, yo no formé parte porque no tengo dinero para pagar las derramas y ni mucho menos tengo dinero para pedir lo que me pidan por urbanizar…, que serán bastantes millones de las antiguas pesetas.
   Hace unos días me llegó la documentación del ayuntamiento anunciando que las alegaciones contra el PAI habían sido denegadas y que continuaba su curso…, me sentí angustiado y me pregunté si algún día se podría vivir en paz en esta Comunidad Valenciana en la que campa una ley urbanística salvaje, canalla y ruin, una Ley apoyada por el mismo Camps que se desgañita en el parlamente valenciano hablando de su amor por esta tierra prostituida y desangrada por alcaldes patanes y ávidos de riqueza fácil, totalmente dependientes de las comisiones y de las dadivas de promotores y constructores.
   Camps sonríe y nos recuerda el impacto económico de la Copa America, del circuito urbano de F-1, pero no habla de una ley urbanística que ha impactado sobre miles de valencianos que han perdido sus casas, sus parcelas, sus campos de naranjos y que se han tenido que endeudar para no perder sus viviendas, que se han tenido que hipotecar para pagar los chantajes de alcaldes, arquitectitos municipales y agentes urbanizadores.
   En la Comunidad Valencia  no existe la propiedad privada ni el derecho a una vivienda en propiedad, existe una patente de corso que se llama LUV y anteriormente LRAU, un instrumento que descarga a los ayuntamientos de la obligación de dotar de infraestructuras básicas o urbanizaciones o barrios que pagando contribuciones urbanas, no tienen sus calles asfaltadas ni alcantarillado. Esa obligación cae en manos de promotores privados, de los llamados agentes urbanizadores que tienen la potestad de reparcelar, de abrir viales a su conveniencia, de poner precios abusivos para poder pagar los sobornos a los ayuntamientos, para enriquecerse a si mismos. Son tales sus precios que muchos de esos propietarios no pueden pagarlos, por tanto pierden sus casas y sus propiedades que pasan a manos de especuladores particulares con derecho de embargo sobre todos nosotros.
   Sobre Los Pinares- El Brucar, se cierne algo parecido, formada esa AIU, esa agrupación de interés urbanístico, pronto se licitarán las obras y pronto decenas de propietarios, muchos de ellos jubilados con pensiones de risa, verán perder sus chalés, sus casetas, sus campos por no poder pagar los costes de urbanización, que ni mucho menos se ceñirán a los del mercado, en esos precios también habrán que añadir las comisiones, pagos, regalos, obsequios…,
    Y vuelvo a preguntarme si alguna vez se podrá vivir en paz en la Comunidad Valenciana…, imagino que mientras nos gobiernen personas sin ética, sin honor, sin honestidad, sin alma, mientras nos gobiernen los piratas, la gentuza y los corruptos de doble moral que siguen sin derogar la LUV…, no se podrá vivir en paz en la Comunidad Valencia.
   Tenia cierta esperanza en el tribunal de Bruselas…, pero hace unas semanas un abogado declaró que aquí se urbanizaba de manera casi ejemplar, no pude evitar pensar con cuanto le habrían sobornado, con algún unifamiliar en Benidorm, con algunos apartamentos repartidos por toda la costa, con alguna pensión vitalicia pagada por todos los valencianos…, no lo se, solo se, que pronto en Los Pinares- El Brucar soplarán vientos de dolor, de tristeza, de pena…, ante la próxima masacre urbanística, para alegría del ayuntamiento de Bétera que podrá seguir costeando los “bous al carrer” para gozo y disfrute de sus electores, del pueblo que rie ajeno a la tragedia y al drama que se avecina sobre mi familia y sobre otras muchas de la urbanización Los Pinares, por que al fin y al cabo, lo que importa es la fiesta, el jolgorio, las risas, el embobamiento, la ceguera ante los saqueos, ante el robo institucional, ante los atropellos de los consistorios, de los agentes urbanizadores, de los comisionistas…, de un estado valenciano déspota y tirano, sucio y podrido.

sábado, 2 de octubre de 2010

TU NO PUEDES SUPERAR ESAS PRUEBAS (EXAMEN DEL CIRCUITO CERRADO DEL A2) en "Run-run Zing, diario de una pequeña custom 125".

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      - Tu no puedes superar esas pruebas… -dijo mi mente a mi mismo y me sentí petrifi cado, derrotado, degollado ante el inminente examen del circuito cerrado del A2.
    Recuerdo aquel día, imagino que a finales de junio o principios de julio, conduje mi ranchera hasta las pistas de examen de tráfico, pegadas a las pinadas crecidas sobre las dunas que durante cientos de años habían avanzado desde las playas del Saler y de Pinedo hacia los arrozales.
   Algo me torturaba mientras observaba como llegaban los aspirantes al carné de moto, al carné de coche, al carné de camión…, veía las escenas mientras amanecía, mientras las nubes bajas continuaban su lento viaje tierra adentro, mientras la humedad del cercano mediterráneo creaba unas brumas que parecían huir de un sol que se elevaba como emergiendo de entre las aguas del mar.
   Me torturaba un absurdo secreto, realmente no era la primera vez que me presentaba al circuito cerrado del A2, hace unos 15 años me presenté empujado por un amigo, hice aquel simple examen montado sobre una vespa, la famosa frenada bloqueando la rueda trasera y frenando sin tirar el segundo palo. Suspendí las dos veces, quizás porque no aceleraba lo suficiente, quizás porque en el fondo no me gustaban las motos, no renové papeles y aquel suceso quedó enterrado hasta que conocí a los “Drac de la LLum”, hasta que salí con ellos y hasta que descubrí que el mundo custom me gustaba, hasta que descubrí que las sensaciones que estaba viviendo me resultaban placenteras. Todos ellos me animaron a sacar el carné, Rebel también.
    Aprobaba el teórico, todo eso ya habia pasado y aquel día, el del examen,  observaba como llegaban los profesores de la autoescuela. Vi como descargaban las YBR de “dos y medio”, como las dejaban al relentí y empecé a escuchar las leyendas negras sobre el nuevo examen, lo difícil que era, las caídas que se sufrían en el rápido y la actitud despótica de los examinadores…, entonces fue cuando oí la voz.
    - Tu no puedes superar esas pruebas.
   Me desmoroné, me sentí vacío, hundido, degollado…, sentí vergüenza al haber defraudado a todos los amigos que había hecho en el foro de EspitituCustom, al propio Artus, a Fratres, a Chiwy, a Rebel, a Thaliesin, a Manazas, a Faustonauta…, volví a oir la voz y vi como se elevaba un muro de hormigón infranqueable entre las circunvoluciones de mi cerebro y la realidad, deseé terminar cuanto antes con la farsa, yo no era motero ni deseba sacarme el carné aunque me regalasen esa Virago 535 que me esperaba en el chalet de un amigo.
   Hablé con un chaval que había conocido durante las practicas, era de tez morena, alto, delgado y me habia confesado que el odiaba las motos pero que tenia que sacarse el carné para poder presentarse a las oposiciones de la policía. Unos minutos después, ya esperando y sujetando a las YBR, vi su examen, le vi sortear los conos del rápido, hacer el cambio de sentido con seguridad y acelerar hacia los esquives, le vi lanzarse con seguridad…, entró en el primero, en el segundo y en el tercero…., pero la rueda trasera pellizco el pequeño cono y salió volando…, apreté la mandíbula y me inundó el pesar, la congoja, el miedo y el muro se elevó hasta ocultar la luz del sol, hasta oscurecer mi mente y mis sentidos.
   El examinador me indicó que avanzase, hice el aparcamiento, desplegué el caballete, comprobé luces, me identifiqué con el DNI y aquel hombre dijo.
   - Comience cuando quiera.
   Coloqué la YBR enfilada hacia las chapas, arranqué, puse primera y salí, rodé entre el hueco, fui avanzando hacia el primer cono, salí, giré el manillar a derechas…, demasiado tarde, después a izquierdas ya muy apurado, sin espacio y de nuevo a derechas, aceleré y me salí del circuito descontrolado…, frené, giré a izquierdas y yo mismo me aparté, salí de allí, no pude mirar a los ojos de mi profesor y conduje mi ranchera hasta Valencia…, aliviado, herido, ofuscado y de nuevo humillado…, yo no era capaz de superar esas pruebas y no volvería a presentarme, con la 125 ya tenía suficiente y al fin al cabo yo no era motero, seguí conduciendo y encontrando 50.000 razones para no volver a examinarme, para callarme y no decir nada en el foro.
   Decidí renunciar, no continuar, pero al cabo de dos semanas reaparecí por la autoescuela gracias a los ánimos de Joa, de Pilar, otra vez de Rebel…, regresé a las practicas, volví a sentirme torpe encima de la dócil y manejable naked de Yamaha. De nuevo extrañaba esa posición con las piernas flexionadas y con las estriberas tan retrasadas…, pero me adapté pronto, me sentí mas seguro sorteando los conos y también en el rápido, solo que en el cambio de sentido tendía a sacar el pié izquierdo, a tocar con las puntera…, me daba la sensación de que la moto se iba a caer hacia ese lado.
    Casi a finales de julio volví a las pistas de tráfico, de nuevo acompañé a mi profesor y a los alumnos en el “paseillo” que nos daba por las pistas, de nuevo me encontré con gente joven, con adolescentes que anhelaban conducir un ciclomotor de 50, con una chica que necesitaba el A2 para poder ir a trabajar, a un hombre maduro y de pelo cano, bajito que miraba el circuito como asustado y nervioso…, a todos nos pareció inmenso, incluso el de velocidad parecía mas largo que el las practicas. Escuché los mismos chistes de siempre, incluso una araña había tejido su tela entre los bastones que marcaban la salida del “lento”, continuamos caminando, haciendo el recorrido a paso de peatón y sintiendo como el estomago se revolvía, como una leve inquietud nos iba invadiendo…, salvo a los adolescentes que parloteaban entre ellos y apenas si atendían a las indicaciones de Oscar.
    Ese día fue todo muy lento…, hasta que me llamaron, me coloqué las rodilleras, el casco, monté sobre la YBR verde y blanca y subí a la rampa, esperé allí arriba y me dejé caer cuando el otro profesor, José me lo indicó. Paré el motor y fui tirando de ella por el manillar hasta la “L”, paré, hice la maniobra me aparcamiento, la comprobación de luces y de nuevo el profesor me dio vía libre.
    Solté el embrague, miré las chapas…, rodé entre ellas y viré a derechas ante el primer cono, después a izquierdas, a derechas, a izquierdas…, en una sucesión de giros armoniosos y tranquilos…, salí del ultimo, aceleré, segunda…, aceleré de nuevo y frené sin tocar el embrague hasta el ultimo momento.
   El segundo examinador me indicó que continuase, me coloqué en la salida del rápido y le miré.
    - Empiece cuando quiera.
    Miré el circuito, metí primera y aceleré hacia la linéa de conos…, segunda, seguí acelerando, frené y tumbé a derechas…, zigzagueé una y otra vez…, dejé el ultimo cono, llegué al cambio de sentido…, frené, metí primera, fui girando a izquierdas y me dio la sensación de que la naked se me iba a tumbar, saqué la puntera del pié izquierdo, me mordí los labios y aceleré saliendo hacia los esquives, engrané segunda, solté gas y sorteé el primero, el segundo y el tercero, rodé hacia la zona de frenada por inercia y noté que perdí demasiada velocidad…, paré, miré al examinador y moví la cabeza.
    Volví a Valencia en silencio, pero algo mas tranquilo que la primera vez, la “voz” no había despertado, me había demostrado a mi mismo que era capaz de completar los dos circuitos con cierta destreza…, pero no lo suficientemente rápido.
    No daba tiempo para otro examen y a final de julio el teléfono de la carpintería enmudeció, decidí irme de vacaciones a las Tierras Altas, que es el chalet de mis padres en Bétera y olvidarme del tema hasta septiembre.
    El verano pasó casi tímidamente, dando pedaladas con la Bicipalo y la Flaca, dándome alguna vuelta con Run-run y paseando con la manada casi todas las mañanas y todos los atardeceres. Y fue durante el estío cuando se gestó la idea del viaje a Barcelona para conocer a Rebel y a Isis. Fui capaz de superar mis miedos y mis manías y fui capaz de salir un viernes por la mañana…, unas seis horas después ya estaba en Barcelona, después se sucederían las rodaditas nocturnas junto a Rebel y a Isis, horas y horas encima de Run-run…, hasta que regresé el domingo por la mañana.
   El lunes pedí renovar la documentación y cuando volví a montar en la YBR de practicas percibí que algo había cambiado, ni siquiera me preocupó el hecho de que me habían asignado a “Puño loco” para el examen, era el nombre con el que había bautizado a una de estas sufridas motos de practicas. “Puño loco” tenia varios centímetros de recorrido muerto el acelerador pero aceleraba muy bien en segunda, engranaba bien las marchas y su frenada era buena y progresiva.
   Y en la primera práctica ya noté algo distinto, recorrí las chapas, sorteé los conos…, me adapté rápidamente a “Puño Loco”, a llevar las piernas plegadas y a la pequeña palanca de cambios que se perdía en la inmensa suela de mi 45 de pié.
   Oscar me indicó que pasase al circuito de velocidad y las YBR me lanzó hacia los conos, serpenteé entre ellos, llegué al cambio de sentido, frené, metí primera, miré hacia mi izquierda, hacia el cono central, fui soltando el embrague y acelerando suavemente, “Puño loco” se inclinó conmigo…, y no me importó, giramos limpiamente, encaré los esquives acelerando, cambiando a segunda, cortando el gas, colando las ruedas entre los pequeños conitos y frenando con precisión, cogiendo el embrague en el ultimo momento y sacando la pierna izquierda como exigía el examen.
    - Muy bien Pedro, 23 segundos…, venga, dos vueltas mas y al lento… -cantó Oscar o José, cuando era él quien guiaba las prácticas.
   Si, algo había cambiado desde el viaje a Barcelona, también había cambiado algo en mi mente, no había regresado el entusiasmo o la pasión, pero la “voz” parecía dormida y el muro de hormigón contra el que me estrellé no aparecía aún.
   Y de nuevo conducía hacia las pistas de examen, rodaba con la ranchera sobre los carriles abiertos a los lados del nuevo cauce del rio Turia, se abrió hacia el mar después de la devastadora Riada del 57. El mismo mar que de nuevo empapaba  con su humedad la costa, el aire, que condensaba su aliento salino en forma de nubes bajas  grises que velaban la luz de un sol que amanecía apagado, tenue. Distinguí las siluetas metálicas de las grúas del puerto, una maraña de viguetas y tirantes inmóviles en medio de la huelga general, mientras me desviaba a la derecha y se abrían los arrozales, secos y amarillos, algunas garzas los sobrevolaban lentamente, otras picoteaban entre los rastrojos y mi memoria despertaba aquellas madrugadas de los sábados cuando mi padre me llevaba a pescar al Perellonet.
   Desde la ventanilla del Seat 1500 observaba aquellas laminas planas de agua, después los carrizos espesos a las orillas de la Albufera, los cañares impenetrables, las barcas amarradas cuando cruzábamos el puente del Puchol, las estacas hundidas en las aguas salobres del inmenso lago con las redes aseguradas a ellas…, amanecía y pescaba junto a mi padre, tenía unos doce años y disfrutaba de aquellos fines de semana, pero antes de montar las cañas, mi padre tomaba un “carajillo” en el restaurante Blayet, para mi pedía un café con leche pero tan solo tocadito con el liquido negro.
   A veces suelo recordar que siempre me quedaba mirando el enorme mural que decoraba una de las paredes del local, recreaba una secuencia de caza del siglo pasado que a mi me causaba cierta confusión, pensaba que el artista había dibujado mal a los perros, eran muy flacos, de cuellos largos y hocicos afilados…, no lo sabia, pero eran galgos…, esos perros que hoy por hoy me fascinan.
    Un mes y medio después del segundo suspenso regresaba a las pistas de Tráfico, aparqué sin problemas y me sorprendió no ver a demasiados aspirantes, me quedé en la ranchera y de nuevo observé. Al poco llegó el guardia jurado vestido de civil, unos minutos después reapareció con el uniforme y fue abriendo las instalaciones, las puertas de las pistas, las de las aulas, mientras seguían llegando alumnos, algunos solos en sus coches, otros acompañados por sus padres y otros con sus abuelos. Reflexioné sobre la profunda diferencia generacional, sobre los más de 50 años de diferencia, entre los pelos canos de los abuelos y los pelos engominados y picudos de los chiquillos, entre las gafas de pasta de ellos y entre las lentillas y los piercing de los jóvenes.
   Reconocí las furgonetas de la autoescuela tirando de los remolques con los ciclomotores y con las YBR, aparcaron y entre Jose y Oscar las fueron descargando, poniéndolas en marcha y dejándolas al relentí…, sonreí pensando en “Puño loco”, suspiré, me aseguré de que llevaba el DNI en el bolsillo de la cazadora y bajé del coche.
   Saludé a mis profesores y unos minutos después volvimos a dar el “paseillo” por las pistas de examen. Oscar repetía cansinamente la letanía de consejos, repetía los chistes y de nuevo se encontraba con una araña entre los postes que acotaban la salida del circuito lento. No me lo podía creer, era mi tercer examen y aquella araña siempre tejía allí su tela, continuamos reconociendo los recorridos y cuando alcanzamos el de velocidad volvió a producirse un tenso silencio, después alguien murmuró, “parece mas largo…”, lo mismo pensé la primera vez, el tramo de aceleración se alargaba hasta el infinito antes de alcanzar el primer cono. Lo recorrimos a pié, volvimos a la entrada, firmamos los partes y nos fueron llamando, apenas si esperé y sonó mi nombre.
    - ¡Pedro Bonache…¡.
   Me encaminé hacia la rampa justo al tiempo que una chica bajaba por ella pilotando a “Puño Loco”, no le pregunté nada, solo sonreí, me puse el chaleco reflectante, las rodilleras y monté. Puse primera y remonté la rampa, esperé arriba y a una seña de Jose descendí hasta él.
    - Hala tranquilo, para el motor y ve caminando pegado a la izquierda.
    “Puño loco” y yo caminamos juntos, escuchamos las aceleraciones de los otros alumnos, las maniobras entre los conos y nos paramos a unos metros de la “L”, el examinador nos miró.
    - Continué.
    Avancé unos metros mas, giré a derechas, paré cerca de la raya, reculé con el manillar girado, paré rectifiqué, volví a recular y le miré.
    - Bien, ponga el caballete y déjeme el carné y la hoja.
    Con las manos enguantadas le entregué la documentación, echó un vistazo rápido y me lo devolvió.
     - ¿Pedro…?.
     - Si.
     - Ya puede empezar.
     Me sorprendió que no me hiciera comprobar las luces, que no me preguntará por el botón de parada de emergencia o por el indicador de desgaste de las zapatas del tambor.
    Volví a montar a “Puño loco”, arranqué, volví a centrar la rueda delantera hacia el hueco de las chapas, engrané primera, solté el embrague y rodé hacia el hueco, fijé la vista al final, mas allá de las chapas…, la mantuve ahí y crucé sin titubear, me eché encima del primer cono, giré a derechas bruscamente, después a izquierdas con algo menos de espacio, otra vez a derechas muy apurado, moví mis caderas hacia la izquierda, entré en el ultimo cono casi sin hueco y con otro golpe de manillar logré girar a izquierdas…., aceleré, “Puño Loco” relinchó, cambié a segunda, aceleré…, corté gas, tiré de frenos y la YBR se agachó de horquillas, embragué y la naked se paró ante la raya, saqué la pierna izquierda y miré al segundo examinador, con un gesto me indicó que pasara al rápido.
   Recorrí la decena de metros que separaban los dos recorridos, volví a centrar la moto entre los conos y le miré.
   - Cuando quiera.
   Volví la vista hacia ese circuito que parecía alejarse hasta el infinito…, metí primera, me incliné hacia delante y aceleré, “Puño loco” salió hacia delante con brío, seguí acelerando, cambié a segunda, visualicé la trazada ennegrecida de las miles y miles de motos que lo habían hecho antes que yo y metí la rueda por ella, me tumbé a derechas, después a izquierdas, de nuevo a derechas, a izquierdas…., hasta el ultimo cono, aceleré un poco, frené, metí primera sin parar, miré a mi izquierda, al cono que anunciaba el cambio de sentido, me tumbé sin miedo, soltando embrague, girando limpiamente, sin sacar el pié…, era la herencia de Barcelona, encaré los esquives, giré el puño con la vista ya en el primero, estiré, cambié a segunda y “Puño loco” relinchó galopando, lanzándose hacia el final y solté el gas de golpe…, atravesé el primer esquive, me incliné a la izquierda, pasé el segundo, me tumbé a derechas, fijé los ojos en el tercer obstáculo, lo atravesé y escuché un “clock” que me heló la sangre…, pude imaginar al pequeño cono saliendo volando o aplastado contra el asfalto, rebotando deformado…, pero “Puño loco” cabalgó sobrada de inercia, frené y las suspensiones se hundieron parando a la YBR frente a la línea, saqué el pié izquierdo y miré al profesor. Afirmó con la cabeza y fue rodando de nuevo hacia la rampa, giré la cabeza, miré a los conos de los esquives y suspiré aliviado, estaban todos en su sitio, no los había tocado. Allí esperaba Jose.
    - Te has dormido al salir, pero luego has recuperado…, pero aún así no se si lo suficiente…, pero bien.
   Observé su rostro bronceado por el verano, sus cabellos blancos, la barba cana, las arrugas y su voz afable envuelta por un familiar acento valenciano me tranquilizó.
   Volví a remontar las rampa, bajé, dejé a “Puño Loco” apoyada sobre su caballete, devolví el chaleco y las rodilleras, me despedí de Oscar y caminé relajado hacia mi ranchera, volviendo a observar las nubes bajas, las lentas maniobras de los camiones en practicas, los rostros inquietos de los alumnos.
   Conduje relajado, satisfecho pero con las dudas del tiempo, conduje sorprendido ante mi cambio de actitud, ante mis estados de ánimo irregulares. Conduje de nuevo sobre los carriles abiertos a los lados del cauce artificial del Turia, junto a sus riberas de hormigón, muertas y sin chopos, sin álamos sin juncos ni carrizos…, solo unas gigantescas pendientes de hormigón que ascendían desde el lecho hasta la autovía.
    El día pasó silencioso, enrarecido con la huelga y yo nadando en un mar de dudas…, el único fallo era el tiempo del rápido. Volví a releer los mensajes cariñosos y de ánimo que me había enviado Joa al amanecer y después de comer decidí salir a rodar con la Flaca, pedaleé en silencio, sentí los olores del pinar cuando pedaleé desde Porta Coeli hacia Náquera, me relajó el silencio de la rodadura y después de 60 kilómetros encendí el móvil, reconocí el número de la autoescuela y mientras me cambiaba de ropa supe que estaba aprobado…, pero no podía ser, la voz dijo que yo no podía superar esas pruebas…, volvió a sonar el teléfono, era Joa.
    - Xiquet…, ¿ya sabes algo…? –me preguntó.
    - Uf…, si te digo la verdad se que he aprobado, ahora mismo lo se, tengo una llamada de la autoescuela…, pero aun no les he llamado…, eh, ¿si he aprobado me invitas a una de esas Voll-Dam tuyas…?.