Las afilaba como si fuesen enormes pedazos de silex o de pedernal, recortaba sus bordes y les daba forma aguzada, como una de esas prehistoricas hachas de mano o como bifaces, como raspadores.
Remontaba como siempre, por el Campillo y a veces las rafagas se enfurecían y vociferaban en mis oídos, pero yo negaba con la cabeza diciendo.
- No me vais a enfadar..., podeis soplar todo lo que querais.
Como si el viento tuviese vida propia, como si fuese un ente capaz de robar el sol y de llenar la atmosfera de un triste y metalico gris, como si fuese capaz de afilar las nubes o de pegarlas contra la boveda del cosmos.
Soplaba con fuerza y me permitia ver unos horizontes nitidos y cristalinos, de nuevo el Golfo de Valencia surgía límpido y casi al alcance de la mano, la Albufera allí mismo y una nube de humo que el viento tumbaba sobre la tierra.
Miré hacia los bordes de la pista, pedaleando con la cabeza gacha y sin enfadarme con Eolo, busqué a los valientes lirios azules y volví a murmurar.
- Este año os haré las fotos con la reflex..., como os mereceis.
Y mas arriba, alcanzando el Collado de la Moreria..., sopló fuerte y rabioso, pero volvi a sonreir y me lancé hacia la Font de la Gota, allí abajo el huracan amainaba, en incluso un pedazo de cielo azul fue capaz de asomar entre esas nubes que el viento afilaba.