Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

viernes, 19 de septiembre de 2014

LA PIEL DEL MONSTRUO (fragmento de "El hombre de la sierra Calderona"





  Julio buscó al ratonero entre las piedras y lo vio justo en el momento en el que daba un salto, un brinco que durante unas décimas de segundo lo dejó suspendido en el aire como si fuese una gacela asustada en la sabana africana.
   Moset aterrizó sobre sus cuatro patas y empezó a ladrar de manera rápida y nerviosa hacia el majano, agachando la cabeza, gruñendo y al tiempo retrocediendo asustado.
   Tula, Nela, Coca y Nati salieron catapultadas, dejaron la sombra del pino y pasaron rozando a julio, levantaron una polvareda y sonrió viéndolas entregadas a esa carrera desbocada hacia los ladridos de Moset.
   Esa era una de las imágenes que le llenaban de gozo, era uno de esos momentos íntimos, intensos, solo suyos y que compartía con la sierra Calderona como compañera inseparable de sus paseos y de su propia existencia. Se sentía un testigo excepcional, un privilegiado que podía viajar en el tiempo hacia atrás, cuando en la Naturaleza solo se percibían los sonidos que ella emitía, como el chirriar tenaz de las cigarras y los ladridos nerviosos de Moset y de las perras, unos ladridos que enmudecían cuando la brisa  de levante era capaz de colarse entre el pinar y de remover la piel muerta del monstruo, como si cobrase vida súbitamente.
   Incluso Julio se quedó quieto cuando descubrió la larga piel de la serpiente, ya partida en algunos pedazos, pero interminable y ancha, gruesa y escalofriante.

 

lunes, 8 de septiembre de 2014

LAS CIGARRAS DE LA SIERRA CALDERONA, fragmento de "El hombre de la sierra Calderona"




  

 Julio sonrió al recordar a Pere, entrando y saliendo de la basa para continuar con la partida de ajedrez, después se sentaba en las sillas de hierro lacadas en blanco y espantaba las moscas que acudían a chapotear entre las gotas de agua que perlaban su cuerpo.
   Aquel día las cigarras zumbaban excitadas y Pere las maldecía, se giraba hacia los pinos y blandía el matamoscas.
    - Malas  putas, no paran en todo el día y no me dejan pensar en la partida, ya verás como hoy me ganas.
     Julio sonrió al recordar a Pere buscando a las cigarras con la mirada.
   - Cuando hace calor se vuelven locas.
   - No lo creas, Pere.
   - ¿Como que no…?
   - Son las cigarras macho las que cantan y cantan para atraer a las hembras…, solo quieren follar…, entonces es cuando se callan.
   - Ah…, que curioso –comentó Pere, sonriendo y mirando con otros ojos hacia el pinar que les rodeaba y en el que las cigarras macho cantaban a las hembras- ¿y como sabes eso…?, mira que tengo casi noventa años y nunca lo había oído.
   - Lo he leído en las revistas que me trae Enrique…, aquí tengo muchos días y muchas horas para leer…, pero lo que mas me llamó la atención fue la forma de vida, las larvas que salen de los huevos se entierran hasta encontrar las raíces de los pinos o de los algarrobos, bueno del árbol donde la hembra puso sus huevos en las hojas y se alimentan de la sabia.
   Julio recordó el gesto de Pere cuando dejó el matamoscas junto al tablero y se arrellanó en el respaldo de la silla de hierro lacado en blanco, le miraba absorto y casi incrédulo.
    - Y al cabo de unos cuatro años de estar enterradas, excavan hacia arriba, salen de la tierra y suben al árbol, allí ya se transforman en adultos…, son las cigarras que estamos escuchando ahora mismo…, pero eso son las cigarras de aquí, en America hay una especie que está entre 12 y 15 años enterrada.
   Pere apretó los labios y cabeceó, se giro de nuevo hacia los pinos, escuchó el zumbido y volvió sus ojos al tablero.
   - Que curioso…, nunca se acuesta uno sin aprender algo nuevo –admitió apoyando los codos en la mesa de cerámica y concentrándose en la partida, un momento después cogió su Reina y la cambió de casilla.
   -Jaque –anunció sonriendo y volviendo a relajarse contra el respaldo.